domingo, 8 de diciembre de 2013

Tortura.

Empieza con un fuerte latido.

Bum.

El pecho se desboca y mi mano forma una garra.

Sigue con un temblor. La sensación de que el corazón no está ahí, no bombea, se hace más fuerte.

Te atrapa la mente. Busca enloquecer tus sentidos embotados con sensaciones indescriptibles. Una sombra. Un pinchazo en el brazo. Un movimiento en la oscuridad.

Bum. Vuelve a latir.

Se vuelve a parar.

Enciendo la luz presa del pánico. Busco el contacto de algo sólido, algo tangible.

Me levanto sudando y camino, camino, camino.

Respiro hondo.

Bum.

Vuelvo a la cama convenciéndome de que está en mi cabeza, que no me va a pasar nada malo.

Cierro los ojos. Apago la luz sin abrirlos. La oscuridad es la misma pero no es la misma.

Empieza a fallar la respiración. Ahí hay algo. Un dedo se desliza por mi piel. Busco una salida pero no la encuentro.

Me levanto gritando y estoy ciego.

Bum.

Enciendo mi ordenador. El alba no tarda en llegar.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Recuperando el tiempo perdido.

Aquí estoy de nuevo. He venido a dar guerra... y mucha.

Llevo más de tres meses con la casa en obras, y por evidente razón argumental, me ha sido imposible escribir ninguna entrada a parte de la patética llamada de atención que fue el "teaser" de la segunda temporada de De Segundos a Horas.

Quería aclararos un par de cosillas, que por supuesto he dado a entender durante este mágico año que he compartido con vosotros haciéndoos reir y llorar, horrorizándoos y provocándoos partos prematuros sin ton ni son:

- Es mi Blog y me lo cepillo cuando quiero.
- No me gustan los altramuces.

Teniendo en cuenta estos dos importantes puntos, vayamos al grano.

Llevo sin internet ni ordenador mucho tiempo. Eso, como adicto a la información y a las ofertas de la teletienda online que soy, me ha afectado considerablemente y me veo en la obligación de escribir algo sonoro y poderoso, que entre en la cocorota de los débiles y resbale en la de los fuertes. Algo que me haga sentir orgulloso de mi regreso al mundo de la literatura grotesca y étnicamente ofensiva.
Pero de momento me conformo con bombardear el Feisbuc y demás redes sociales con SPAM barato sobre aqueste (y ecuestre) Blog y sus características inherentes.

Resulta que heredé una simpática cuenta de tuiter con muchos seguidores, así que la he convertido en mi espacio de perversiones personal. Ahora bien, no la uso mucho... pero si me quereis seguir, aquí os dejo el link:

https://twitter.com/Segundosahoras

Y ya si eso pues os relajais un poco con la marejada.

Después sigo. Besos. XXX

domingo, 1 de septiembre de 2013

Se acabaron las vacaciones.

Lamento informarles de que Septiembre trae algo más que lluvias, preplayas enfurecidos y medias de satén a bajo precio. También me trae a mí. He tenido 2-3 meses para reflexionar y me he dado cuenta de que me gusta mi manera de llevar el blog. Sin prisas, sin presiones, sin lectores...

Por lo tanto, una vez que se vaya el calor seguiré dando matarile por estos lares. De momento estoy sin hinternete, por lo que tendré que escribir desde el móvil. Esto significa entradas cortas, sexualmente insatisfactorias y con un lenguaje procaz y grotesco. Vamos, lo que viene a ser un Sediento en pequeñas dosis.

De vez en cuando soltaré alguna ordinariez, pero pretendo rebajar mi sarta habitual de palabros malsonantes y ofensivos, y los sustituiré por plegarias religiosas en honor a Buda. Lo considero mi nueva programación para lo que espero que se convierta en una gran segunda temporada de "De segundos a horas". Tu blog de referencia si estás angustiado o estreñido.

No quiero despedirme sin antes agradecer a todos aquellos que alguna vez han tenido la amabilidad, la confianza y el valor de entrar aquí. Y agradezco por partida doble a los que hayais podido leer una entrada o dos sin que os haya reventado el bulbo raquídeo en el intento. Muchas gracias cabroncetes. En serio.

Al resto que os den por culo.

De nuevo entre los vivos. XXX.

lunes, 29 de julio de 2013

Selivesa, un eulo.

Es una época controvertida. Por una parte, disfrutas de las mieles del éxito de la temporada pasada. Por otra parte, por las noches temes dormir con las orejas destapadas por culpa del mosquito porculero de turno que amenaza tu sistema auditivo con su interminable y (supuestamente) seductor zumbido.

Vas por la calle asfixiándote de calor, vestido con bermudas, chanclas y camiseta de tirantes, con tus sobacos tan húmedos que el más mínimo movimiento de brazos hacia atrás o hacia adelante producen el conocido "efecto aspersor" sobre los transeuntes que pueblan la calle. 
Eso sí, tus gafas de sol telescópicas te permiten observar a las féminas que, haciendo ala de un aplomo y unas ansias de enseñar muslo acojonantes, deciden que vestidas con una servilleta van más que sobradas para sacar a pasear al perro. No nos quejamos, señoras. 

Es una estación de contrastes. Las juergas se multiplican hasta altas horas de la noche en la calle. No hace falta entrar a agobiarte a ningún local, eres autosuficiente con un gorrito del Coco Loco y un cubalibre de Larios en la mano. Pero por otra parte, la cantidad de críos/pasados/gilipollas por metro cuadrado se multiplica por 100, produciéndote una sensación de malestar y de estreñimiento crónico.
Pero no se limita a las juergas el contraste, ni tampoco al sexo, la drogadicción, el calor o el ácido nítrico. El ambiente veraniego va mucho más allá. Nos impide ser nosotros mismos y nos convierte en seres vagos, incultos, con frente plana y un exceso de personalidad y sentido del humor que haría que el mismísimo Adolf se revolviese en su tumba y convocase una horda de Zombies Nazis (se han hecho varias películas sobre este fenómeno. Es REAL) que nos intentasen dar matarile con sus bayonetas oxidadas y sus dientes afilados debido al desgaste de la putrefacción bajo la tierra. Eso sí, el parche de las SS reluciente en su sitio. Dadme una cámara y os consigo un Oscar, hijos de puta.

El verano, os diré, es una mierda. Pero tiene sus ventajas. Demasiadas ventajas como para poder criticarlo como a mí me gusta (lo que viene a ser en estado pojarcor). Por lo tanto, no tengo más remedio que ceder a la opinión pública de que esta época del año nos viene bien a todos. Los seres de secano (usease, mesetarios) y los seres de playa (usease, el resto) se unen por primera y última vez en el año para disfrutar de las delicias de la playa de Madrid (usease, Gandía) y encontrar el Nirvana a base de drogas duras, blandas y de diversos tamaños y colores.
Nos convertimos en una etnia multicultural, repartida en diversas zonas. Los germanos conquistan Mallorca, los anglosajones Benidorm, los neerlandeses Salou, los gabachos Andalucía, los asiáticos Madrid y los catalanes Catalunya. 

En definitiva, y con esto ya acabo (es verano, llevo sin actualizar entrada casi un mes y estoy vago), que lo mejor que tiene el verano es que lo odies o lo ames no deja indiferente a nadie. Bueno, excepto al chino de Tribunal que te vende las selivesas a un eulo. Y en Yonkilata. Menudo chollazo. El cabroncete no cambiará la cara de pasmao que tiene, pero sabe hacer negocios. Normal que nos estén conquistando.

Pasad unas infelices vacaciones. XXX

miércoles, 3 de julio de 2013

Cinco imbéciles.

"(...)Y entonces los cinco imbéciles, unidos por la amistad, el alcohol y las situaciones embarazosas, se reunieron para pasar la noche más lamentable de la historia(...)"

La vecina de la casa de al lado. Velilla de San Antonio.



Esta historia empieza como empiezan muchas. Era Viernes, un Viernes de mediados de Septiembre. Un servidor, lleno de rabia y desesperanza, se encontraba en un bar de mala muerte contándole las penas a la camarera a la vez que le tiraba pistachos al escote. Estaba deprimido, amargado, sufría, me irritaba, me moría del asco. Mi tristeza se debía a que en aquel momento pasaba una mala racha debido a los problemas con el pegamento y el plastiquillo que cubre los botes de Nocilla. Me había vuelto muy adicto a esas sustancias y mis padres, que aun vivían conmigo, me habían confiscado todo mi cargamento, lo que me dejaba en tan lamentable estado de enagenación mental.

Volcaba mis penas en seres terrenales hasta que acababan hasta los mismísimos cojones de mí. Ese Viernes sin ir más lejos la panadera me había echado de su tienda blandiendo un crucifijo a la vez que soltaba espumarajos por la boca y me sermoneaba a viva voz en un idioma que me pareció identificar como latín. Que hija de perra. Casi salgo ardiendo. 
Y esa misma tarde, en el mismo momento en el que os pongo en situación, la camarera Pili Pechugas me miraba con una cara que me hacía prever que en breves iba a sacar la recortada de debajo de la barra y me iba a meter dos sendos cartuchos por el culo.Y lo hubiera hecho, de no ser porque recibí la mejor noticia que cabía esperar en ese momento. Me sonó el móvil.

- ¡Sr. Sediento, hijo de mil putas malnacido perro mierda cojón de buitreeeee! - Chilló la cascada y parcialmente perruna voz de mi amigo, el Sr. Hitler, al otro lado del teléfono.

Me caí de la silla del susto, provocando una carcajada general en todos los apéndices de barra que había en el local.
Ah, ¿que no sabéis lo que es un apendice de barra?. Os lo explico.

Un apéndice de barra es todo aquel ser parcialmente vivo, de aspecto humanoide, que se pasa la puta vida con el codo apoyado en esa superficie de madera o aluminio en la que se sirven las bebidas y que comunmente se encuentra en locales de servicio y restauración (también llamados bares o cafeterías).
Tienden a ser burdos, grotescos y zafios. Hablan un idioma parecido al de los entrenadores de fútbol, mezclado con un poco de político estreñido y economista frustrado. Su volumen de voz es superior a la media habitual y se incrementa cuando el presidente de turno sale a dar un mitín o cuando en la tele del bar o cafetería retransmiten el partido del sábado.
Se alimentan básicamente de orujo, ginebra, ron, cerveza, coñac, pacharán, licor 43 y, si se tercia, patatas fritas rancias. Un apéndice de barra consume cuatro veces su peso en alcohol al día, convirtiéndoles en seres muy parecidos a los dromedarios en cuanto a la retención de líquidos, con la única diferencia de que su joroba se encuentra en la parte frontal, no en la trasera.
Son hostiles ante cualquier amenaza de su territorio. Se sienten respaldados por el dueño, que les trata como marajás mientras abonen con regularidad la cuenta, que suele ascender a 126,84 € al día.

El proceso para convertirse en apéndice de barra es muy simple. Se empieza con el partido de fútbol de tu equipo, en el que solo tomas cañas y/o Coca-Colas. Se continua con el café diario. Y termina con el copazo de después del curro. A partir de ahí, el hostelero de turno cuenta con un taburete lleno más y un plazo menos en su Audi.
Esto es basicamente todo lo que os puedo explicar de los apéndices. Proseguiría con mi explicación, pero tengo al Sr. Hitler al otro lado del teléfono.

- Me cago en todo, ¿quieres dejar de berrear? - Pregunté molesto, levantándome con un ágil movimiento pélvico y enganchándome a la cortina cual Spiderman en celo.
- Es que estoy MUY emocionado. Hoy tenemos mi casa en Velilla de San Antonio... Y VAMOS A HACER UNA FIESTA A LO AMERICAN PAI GUACHENAGUER PLASTRRRRNÒIQW - Empezó a hacer ruidos extraños.
- Vale, cojones, cálmate... quienes vamos.
- Mucha gente. Tú relájate, yo me encargo de todo. Lleva whisky.
- ¡¿Que me relaje yo hijo puta?! ¿Te has tomado hoy la medicación?
- No. Odio ver sillas ocre con cuernos. Me repugna tal imagen. Nos vemos en mi casa a las 22:30.

Colgamos y me dispuse a terminarme la cerveza desde mi posición en la cortina, pero la Pili Pechugas empezó a darme con el palo de la escoba y a decir "fuera, bicho", así que pagué la cuenta y me fuí a casa a arreglarme para la gran juerga.

La llamada me había animado. Necesitaba salir un poco, distraerme de los problemas mundanos y alejarme de mi obsesión con los plásticos industriales. Llamé a mi querido primo, el Sr. Oscuro, y juntos salimos hacia casa del Sr. Hitler.
En el metro, algo me empezaba a oler a chamusquina, pero resultó que era mi querido primo, que se había enganchado a una mujer random y con la fricción que suponía su intento de "bailar la danza del amor" se había prendido fuego. Habría sido cómico si no llega a ser porque mientras el Sr. Oscuro corría y rodaba cual pollo sin cabeza, la mujer le perseguía gritando "¡Termina el trabajo cacho de cabrón! ¡Todos sois iguales!". Está colgado en Lloutuve, buscad "Negro tiene sexo con mujer en pleno vagón del metro si se prende fuego".

Ni que decir tiene que terminaron la faena. Todo muy bonito.

Llegamos a casa del Sr. Hitler y nos encontramos con el Sr. Revoloteos y con el Sr. Cargante. Seríamos el coche 1, el coche líder. Me sentía como un auténtico rufián. Nos montamos en el coche y salimos hacia Velilla, con esperanza y unas ganas locas de pillarnos la moña padre. Pasamos por una zona muy pintoresca, llamada Cañada Real, en la que un grupo de amables caballeros nos ofrecieron unas barras de metal bastante hermosas. Las rechazamos y ellos insistieron, tratando de colarlas en el coche a base de leches contra el capó, la luna y los retrovisores. El pobre Sr. Cargante lloraba de gratitud mientras apretaba el acelerador y exclamaba "¡De esta no salimos, jodeeeeer!". Salimos, pero por los pelos. Sin cristales. Y a mí me faltaban cuatro dientes.

Llegamos al chalet del Sr. Hitler y era fantástico. 3 pisos, calefacción y una piscina. Decidimos no bañarnos, pues el agua tenía un color púrpura que nos daba mala espina. Al Sr. Revoloteos se le ocurrió meter un dedo del pié y se pasó toda la noche actuando de una forma muy rara. Cogió una regadera y no la soltó en toda la noche, se le inyectaron los ojos en sangre verde y se reía de forma maligna, cual súcubo del averno con un colocón de LSD y amoniaco.

Eran aún las 23:00 y el resto de las personas de la FIESTA AMERICAN PAI no habían llegado. Empezamos a beber.

Y bebimos.

Y bebimos.

A las dos horas, nos habíamos acabado tres botellas de Cutty Shark (marca registrada) y medio bote de gazpacho Alvalle (marca registrada) caducado. Esto último se lo bebió el Sr. Cargante, ya que no tenía tolerancia al alcohol y le daba envidia vernos beber. Acabó peor que nosotros, el muy jodío.

Cuando vimos que las gestiones del Sr. Hitler sobre la FIESTA AMERICAN PAI habían sido una mierda, nos decidimos bajar a las fiestas del pueblo, que por suerte estaban en pleno apogeo.
No sabíamos por donde ir, por lo que simplemente bajamos una gran cuesta rodando cual bichos bola hasta llegar a nuestro destino. O al menos eso es lo que recuerdo, porque aún tengo lagunas sobre lo que ocurrió a continuación. Mis flashbacks van tal que así:

- Llegada a la carpa principal. Nos hostiamos con los pijos del pueblo
- Llegada a la carpa secundaria. Nos hostiamos con los canis del pueblo.
- Llegada a la carpa del geriátrico. Nos hostiamos con los ancianos del pueblo.
- Llegada al escenario de la banda. Nos ponemos a bailar el Chiqui-Chiqui y la barbacoa como si nos fuera la vida en ello.
- Conocemos a 5 mujeres. Mi querido primo las persigue con intención de prenderse fuego otra vez. Ellas huyen al grito del Sr. Oscuro "¡Que sólo quiero penetraros, coño!".

Volvimos a casa. No sabíamos que cojones había pasado, pero nos dolía el cuerpo, la cara y las partes. Deduje por la sangre que me corría del ojo que nos estábamos haciendo mayores. Lo que empezó como una FIESTA AMERICAN PAI se convirtió en el baile casposo de Fórmula Abierta.

Pero lo peor estaba por llegar. Una vez logramos coordinar nuestras piernas y, cual zombies tetraplégicos, alcanzamos la puerta de la casa, el Sr. Hitler trató de abrirla con la llave. Ni que decir tiene que un hombre con parkinson habría tenido más tino. Nos fuimos turnando uno a uno, intentando alcanzar esa maldita cerradura, que se nos antojaba tan complicada de abrir como el sistema de escáner ocular de Misión Imposible.

Al fin, tras media hora en la calle, con frío y malestar anal, logré introducir la llave. Nos tomó otra hora entera lograr girarla hacia el lado correcto y refugiarnos en los brazos de Morfeo...


Al día siguiente, me desperté bañado en sudor. No recordaba nada. Me dolía todo el cuerpo y sentía un poderoso sentimiento de asco y remordimiento. Mi querido primo se encontraba tirado en el suelo, con una mano en el paquete y otra en la oreja izquierda. Murmuraba obscenidades que no voy a poner en un blog tan fino.

La casa estaba perfecta. Nadie había destruido nada, cosa curiosa en nosotros. Solemos ser la cuarta potencia mundial en armamento nuclear, pero en aquella ocasión estábamos tan jodidos que nuestros maltrechos cuerpos no nos habían dado para más. Salí al jardin, con cuidado de no pisar lo que me pareció que era el cadáver del Sr. cargante... y lo ví.

El Sr. Revoloteos se había calado un sombrero de paja muy GAY. Iba ataviado tan solo con unos calzoncillos muy GAYS. Sostenía su fiel regadera con florecitas GAYS. Y entonaba una canción muy parecida a la que le compuso Lady Gaga al tal Alejandro, que debe de ser un tipo muy GAY.
Por lo visto, la piscina era radiactiva. Radiactiva y GAY.

Logramos recuperar a nuestro amigo a base de zumo de arándanos y pepinillos en salmuera, pero antes tuvimos que escucharle decir cosas GAYS, como que quería buscar un granjero para ser su esposa, que quería comprar el último éxito de Bruno Mars o que quería pintar un lienzo de Mr. Bean con acuarelas y plastidécor.

Huimos de aquel lugar. El Sr. Hitler nos ha pedido disculpas una y otra vez, pero el hechizo de Velilla de San Antonio nos persigue. Sentimos su llamada, y no podremos huir eternamente. Todos los días me despierto con un pequeño pinchazo en el cerebro, algo que me dice que debo de ir allí, algo intangible, como Buda. Ahora estoy apoyado en la misma barra del mismo bar, 4 años después de aquella infame noche... sigo tirándole pistachos a la misma Pili Pechugas, pero ya no estoy amargado. Tras esa noche, descubrí que el sentido de la vida no es buscar la felicidad, es evitar la infelicidad. Y eso es algo que debo de agradecerle a Velilla.

Os dejo, el móvil me suena. Es el Sr. Hitler...



Sin que sirva de precedente. XXX.

domingo, 30 de junio de 2013

Resolviendo el teorema (6): Conflicto de intereses.

Seguí a Tequilas por el angosto pasillo, túnel, o como querais llamarlo. Podría describirlo, pero la verdad es que era tan jodidamente horrendo que preferiría no hacerlo. Para que os hagais una idea, la idea de que el estilo barroco era sobrecargado es absurda en comparación con lo que mis ojos me mostraban. Armarios, visillos, mecedoras, lámaparas de estas de lava de los años hippys... vamos, una orgía de mal gusto y carcomas. Encima olía a gato mojado.

Caminar entre semejantes ejemplares era un auténtico suplicio. Cada vez que daba un paso me golpeaba en el pie o en los cataplines. Tequilas iba a su rollo, tambaleándose de vez en cuando, pero con paso fluido y esquivando los muebles que se apilaban sin ningun tipo de orden concreto. Me dí cuenta de que tenía una botella de absenta en la mano. De vez en cuando le daba un traguito, seguido de una risa histérica y caballuna que, sinceramente, me puso los pelos de punta y me excitó a partes iguales.

El corredor era bastante largo, y cuando le pregunté a Tequilas que si faltaba mucho, me respondió con un eructo que hizo temblar el ya de por sí inestable túnel. Con un suspiro, seguí andando a trompicones, sin quejarme ni una sola vez a pesar de que tenía las espinillas hinchadas y negras de tanto hostiarme con los muebles.
Mientras andábamos, mi mente divagaba. El principal tema que me preocupaba era el jodido asunto de las aceitunas con anchoa que había dejado en mi nevera. No sabía si caducaban ese día o aun tenía tiempo de sobra para volver a casa y comérmelas. Secundariamente, me preguntaba sobre el resultado de la quiniela de la jornada pasada, que no había podido ver debido a que Timmy había roto el aparato de TDT en un berrinche por el control de la balda de abajo del baño.
Esa balda siempre ha sido mía. Incluso cuando mis padres vivían conmigo. Se quejaban de que no les dejaba espacio pero yo siempre les dijo que cuando se independizasen de mí, podrían poner en su baño todas las baldas que quisieran y poner ahí sus cosas. El día que se marcharon me dio mucha pena... crecen tan deprisa...

El caso es que Timmy me jodió el TDT por no dejarle colocar su pomada contra las almorranas cósmicas en mi balda. Y mira que tenía espacio el muy cabronazo. Siempre era muy caprichoso con esos temas. Hasta que no se apropió de mis bollicaos no dejó de tocar la armónica, sabiendo que el sonido de la misma me pone de los nervios y me vuelve un poco desequilibrado mentalmente.
Total, que no pude ver el resultado de los partidos antes de meterme en el fregadero.

El fregadero... mi casa...

- ¡¡Hostia puta!! - Exclamé llevándome las manos a la cabeza.

A Tequilas casi le da un infarto. He de decir que yo cuando grito mi voz se vuelve estridente y grave a la vez, como distorsionada. Pocas personas son capaces de soportarla. Y la pobre Tequilas, con la cogorza que llevaba, debió de pensar que el monstruo del averno que según ella llevaba persiguiéndole desde que tenía cuatro años le había alcanzado por fin. Se dió la vuelta, me miró, puso los ojos en blanco y se cayó al suelo. Bueno, al suelo no. Cayó encima de una mesa de la época victoriana. Juraría que era igual que la que tenía en casa y que había robado del Ikea con ayuda de Chopeos.

Nada más caer Tequilas, el techo tembló y empezó a derrumbarse. Un trozo de yeso me dió en la cabeza al desprenderse. Que dolor, joder. Parecía que estaba destinado a llevarme todas las leches posibles durante mi aventura por el fregadero. Cogí a Tequilas, me la eché al hombro y empecé a correr como alma que lleva al diablo. Ni que decir tiene que me caí unas cuantas veces en mi desesperado intento de atravesar el puñetero pasillo. Me cagué en los antepasados del creador de semejante aberración visual y juré que, si algun día me cruzaba con él, me iba a oir. No tardé mucho en encontrármelo... pero eso se verá más adelante.

El techo caía y caía, dándole a mi huida una imagen muy dramática. Lástima que con el ímpetu de la carrera mis pantalones de habían rasgado de tal manera que ahora mi aspecto era el de un secuestrador de manzanas Taiwanés con serias dudas sobre su sexualidad. Al ver el final del túnel, lancé a Tequilas por encima de mi cabeza y salté detrás, justo cuando el corredor terminaba de derrumbarse, sellando la salida justo detrás de nosotros.

Caí encima de Tequilas, apoyando mi mano derecha sobre su frente y mi mano izquierda sobre su tobillo. Eso hizo que se despertase al instante. Me miró con ojos furiosos y, con un golpe de hombro que habría dejado como una maricona a un neocelandés haciendo la haka, me desplazó unos veinte metros hacia la pared, contra la que me golpeé con dureza.

- Me cago en Piolín... - Me quejé con voz queda.

Tequilas se levantó muy dignamente y señalándome con los dos dedos corazón, me berreó que su tobillo especial no se lo tocaba nadie, excepto su peluquero, y solo cuando iba tan bebida que no se podía ni tener en pié. Despues me pidió perdón y me ayudó a levantarme mientras lloraba y apuraba lo poco que le quedaba de abstenta.

- ¿Por qué cojones has gritado de esa manera? - Me reprochó - Pensaba que el puto monstruo me había localizado por fin... - Se estremeció y se hizo bola en el suelo.

Lo recordé de golpe.

- Perdona, pero es que acabo de recordar... joder, he dejado mi casa a merced de los imbéciles de mis amigos. Me temo lo peor...

Tequilas hizo un gesto desdeñoso.

- Yo tenía una casa. Pero la quemé. Había gente dentro. Fue muy divertido - Su sonrisa de maníaca no me daba buena espina, pero asentí.
- Sí, quemar gente está bien, pero no en mi casa. Es muy importante para mí. Además, es ahí donde está Timmy y mi objetivo es sacarle como sea. O al menos que me pague un alquiler decente.

Tequilas se levantó.

- Continuemos pues. Ellos te esperan.
- Pero... ¿quienes son ellos?. Necesito saberlo.
- Lo sabrás cuando los veas. Tendremos que ir muy lentos, les gusta la puntualidad y vamos adelantados. Te iré contando mientras como quemé a aquellos niños. Era un día...

Me cogió del hombro y seguimos avanzando mientras me contaba su perturbadora historia. Pero yo no podía evitar pensar... ¿Que estará ocurriendo allí arriba?

martes, 4 de junio de 2013

Las Luisas.

Hace tiempo que no cuento esta historia. Será por que ya se la saben todos mis amigos, porque mi versión es tan absurda que roza lo psicótico o porque ya no recuerdo bien los detalles y me da pereza reconstruirlos, pero hoy quiero hacer una excepción.
Y quiero hacerla porque no he dormido esta noche. Que cosa, que tío tan fuerte y valiente, que no duerme... es el más malvado de Blogger me direis haciendo gala del sarcasmo más rancio y casposo que podais mientras esbozais una mueca de desagrado.
Pues que sepais que cuando no duermo me sale una vena creativa de no te menees y me entran ganas de pintar huevos de pascua. Y como no tengo un duro y los huevos son prácticamente la única comida que me queda en el frigorífico, me pongo a escribir. Y de ahí que me apetezca contar de nuevo la célebre historia de Las Luisas.

En este caso, los protagonistas somos yo, el ya mencionado en anteriores relatos de Reflexión Sr. Azul y dos nuevas incorporaciones: El Sr. Gruñón y el Sr. Ciclado.

Era Agosto. No un Agosto cualquiera. Era el Agosto de mis 20 años de edad. Todo me iba de perlas por la vida. Trabajaba, estudiaba, tenía una novia preciosa, un grupo de amigos extraordinario, unos padres indulgentes con mi dixlesia congénita y me empezaban a salir por fin los primeros pelos púbicos. La vida me sonreía, y prueba de ello era que aun vivía con mis padres y estos, en un voto de confianza supino, me dejaron la casa para mí durante nada menos que 15 días.

Imaginaos lo que es esto... partidas de parchís, música clásica en el comedor, estudiar solo 3 horas en vez de 5 diarias... en fin, la buena vida del joven sano y elegante. El gran problema que tenía es que la primera vez que invité a mis amigos a casa conseguimos pintar las paredes de la cocina con wishky y granadina (el gilipollas del sr. Marvin encendió la Thermomix sin tapa), quemamos el suelo con carbón, dejamos al sr. Fémur encerrado en el baño, robamos un extintor y rociamos a todo ser vivo que pasaba por nuestro lado... en fin, lo peor que uno se pueda imaginar ocurrió. Así que me decidí a hacer una reunión breve y concisa en mi casa con mis tres amiguetes para despues proceder a salir de juerga por Huertas, cuna de adolescentes inocentonas que buscan su primera borrachera sin pelarse el culo de frío en un botellón y de treintañeras desesperadas por pillar marido y que solo quieren peinar una cabellera sin canas. ¿Planazo? Ya lo creo que no. Encima era Martes. La noche se avecinaba peligrosa... y vaya si lo fue.

Para empezar, el sr. Ciclado, que por aquel entonces era el sr. Pitufo, se acercó a mi casa el primero para aprovisionarnos de bebida y drogas variadas. Nos acercamos al chino del farrio y compramos las botellas pertinentes. Para pillar tabaco nos tuvimos que meter en un pub cuyo cartel rezaba DISCO LATINO CHILI de aspecto bastante amenazador.

Veamos, yo tengo apariencia caucásica. Es una manera elegante de decir que soy más blanco que la nalga de una monja. Encima en verano me vuelvo rubio y mis ojos pierden pupila para convertirse en puntos azules. La gente tiene pesadillas despues de verme. Pero el sr. Pitufo es una especie de híbrido entre un puertoriqueño y un congolés, así que encajaba a la perfección. Se quería echar unos billares con unos tipos bastante siniestros y con aspecto de proxenetas mientras yo me bebía mi masculino Manhattan desde una esquina y recibía miradas lascivas de la camarera, la simpática Wendy Culoynadamás. Pensaba que mi pobre Al Capone se iba a ver forzado a realizar el coito, pero gracias a Buda el sr. Pitufo y yo tuvimos que salir por patas cuando los proxenetas quisieron vendernos como artículos de lujo a un par de pintorescos turistas afroamericanos.

Llegamos a mi casa con todo y empezamos a beber. La noche era joven y cuando llegaron el sr. Azul y el sr. Gruñón ya teníamos el punto perfecto. Ellos ya venían servidos, pero apuramos un rato más. Al rato nos sobresaltamos al mirar la hora. Eran las 2 de la mañana.

Duda existencial del borracho. ¿Vas de juerga a por pilinguis o te quedas en casa de tu colega bebiendo y sin posibilidad de mojar el pizarrín? Obviamente, quisieron lo 2º, a sabiendas de que Huertas a las 3 está más vacío que una proyección de Bigas Luna.

Nos pusimos en marcha. La calle de los gitanos nos entretuvo un rato, ya que el sr. Pitufo se empeñaba en chocarse contra todas y cada una de las puñeteras fragonetas que había en la carretera mientras vociferaba "ayy paaaayo quemestreeesas". Empezaba a tener serias dudas de que llegásemos a la parada del búho sin que nos hubieran pegado unos cuantos navajasos (léase con voz latina).

Pero lo logramos, y justo cuando llegaba el autobús. No lo cogimos de milagro, como es normal, por lo que debíamos de esperar los 15 minutos de rigor (que se convierten en 3 horas en mentalidad de chuzo). Nos subimos en el siguiente y llegamos a Huertas sobre las 03:07 de la madrugada.
El panorama era desolador. Ni un puto bar abierto se vislumbraba. Pero rendirse es de cobardes, y nos dispusimos a bajar la calle. Fue entonces cuando las vimos.

Dejemos clara una cosa. Hay fotos. Y están subidas a alguna que otra red social. Yo no tengo Tuenti pero las he visto. Y es bochornoso. Pedídselas a otro, yo no pienso caer en tamaña tentación.

Dos mujeres nos esperaban a poco de ir caminando. Eran dos mujeres jóvenes, de nuestra edad más o menos, e iban solas. Mejor no nos lo podían pintar. El sr. Gruñón y yo nos miramos y nos comunicamos telepáticamente, de modo que nos coordinamos a la perfección. Nos abalanzamos sobre nuestras presas cual buitres sobre la carroña y nos presentamos con la delicadeza propia de los jóvenes ebrios desesperados por echar un polvo.

Las dos chavalas:
- Eran francesas
- Se llamaban Louise
- Estaban borrachas
- Parecían limpitas
- Se reían demasiado
- Eran inocentes o casquivanas
- Se morían de ganas por salir de juerga
- Era su penúltimo día en Madrid

¡¿Que más quieres que te dé, Sandro?!

La noche nos sonreía, nos volvía locos. El plan sería llevarlas a mi casa y que el sr. Azul les aplicase un Menage-a-trois táctico a base de vodka (que era lo que ellas bebían) ya que el resto de nosotros tenía novia. Por supuesto, yo ya planeaba grabarlo todo y subirlo a alguna página de guarrillas para hacerme rico. Siempre he sido muy emprendedor con eso de lucrarme a costa de otros pardillos.

Las Luisas tenían el hotel relativamente cerca pero yo insistí en que vinieran ellas a mi casa. Despues de todo, eran nuestras invitadas y se merecían lo mejor. Aceptaron. Podríamos haberlas descuartizado, ser unos psicópatas o unos peligrosos secuestradores, pero ellas aceptaron. Buda nos estaba haciendo el favor del siglo. Algo malo tenía que ocurrir.

Cuando llegamos a mi casa, las depositamos en la habitación y fuimos a por las copas mientras ellas se ponían cómodas en la cama. El sr. Gruñón temblaba como un flan de huevo y se regodeaba con el plan: primero estaríamos todos de risas y nos iríamos yendo uno por uno hasta que solo quedasen los tres tortolitos. No podía fallar, estaba cantado que algo iba a ocurrir. En el caso de que se negasen, yo cogería a una de ellas y me la llevaría para que al menos hubiese coito entre el sr. Azul y una de las Luisas.
Pero Buda es caprichoso. Lo que te da, te lo quita. Y cuando volvimos a la habitación, ocurrió lo que nadie se esperaba. Las dos se habían quedado fritas en la cama.

Caras de desconcierto se quedarían cortas. Improperios y maldiciones se quedarían cortos. Y la erección... pues claro, desapareció por completo. Dejamos las copas en la mesilla de noche e intentamos consolar al sr. Azul, que se mecía en el suelo con la cara entre las rodillas y las piernas abrazadas en un intento vano de alejar las ganas de llorar.

¿Que podíamos hacer? Pues lo más lógico. Nos bajamos los pantalones y nos hicimos una foto en la ventana, mirando al horizonte, con nuestros culos al aire representando la soledad en el corazón, la impureza del alma impía y los zurraspos que surgen a la mañana siguiente de una cagalera de caballo. Quedó preciosa. Aun recuerdo esa foto, y otras muchas que me horrorizan y me repugnan.

Dimos por acabada la noche. Craso error. Uno de nosotros, no diré cual (no fuí yo) se metió en la cama entre las dos Luisas y bramando cual elefante en celo, dijo que la esperaría en pose sexualmente atractiva hasta la mañana siguiente. Las gabachas iban tan jodidas que no se despertaban ni a bombo y platillo, y el resto, temiéndonos lo peor, salimos de la habitación y cerramos la puerta, no sin antes echar una última ojeada temerosa a la cama. Allí estaban los tres, las mujeres roncando y en postura de ballena envarada en una playa de guijarros y nuestro amigo con los ojos brillantes, desafiantes, en una postura grotesca y de mal gusto, justo entre las dos.

Nos despedimos entre nosotros y nos fuimos a la cama/sofá/retrete a dormir.

Al día siguiente, mi cabeza amenazaba con estallar. No recordaba demasiado en primera instancia, pero lo que habíamos vivido la noche anterior no se olvida facilmente. Los flashes me fueron llegando, cada uno más intenso que el anterior, y me produjeron unas sensaciones de repulsión y morbo incomprensiblemente juntas. Me acerqué a mi habitación, donde me temía encontrar algo feo. Algo muy feo. Y lo ví.

El imbécil que se había metido en la cama con las Luisas estaba solo. Bueno, tal vez no tan solo, pues su cimbrel apuntaba al cielo, emulando la estatua de Colón. Allí están las Indias, parecía decir. No había rastro de las dos mujeres. Supongo que salieron a hurtadillas al despertarse con semejante imagen a sus lados. Habría pagado mucho, muchísimo dinero por ver la expresión de sus caras al encontrarse con semejante ordinariez, pero me temo que nunca sabré que ocurrió en realidad.

Lo que si que es cierto es que podrían haberme desvalijado la casa, y no lo hicieron. Eso siempre quedará para el recuerdo. La honradez y la humildad. Que Buda las bendiga.

Una noche peligrosa, sin duda. Preparé cuatro colacaos y el sr. Azul, el sr. Pitufo, el sr. Gruñón y yo brindamos por la vida, por la victoria, y sobre todo, por saber aceptar una derrota. Uno de ellos aun seguía feliz en el bajovientre. Al igual que lo que nos ocurrió a nosotros, siempre os quedareis con la duda.


De paseo por aquí. XXX.



lunes, 3 de junio de 2013

Los tres ejes de las mujeres (y otras teorías sobre el amor). INTRODUCCIÓN.

Para empezar, he de presentarme. Mucha gente me conoce cómo el señor Simpático, a si que a partir de ahora utilizaremos ese pseudónimo tan peculiar para dirigirnos a mi persona. Soy un hombre de mediana edad que ha vivido muchas experiencias, buenas o mejores, en esta vida, y me siento en deber de informar/educar/ilustrar a los presentes con mi sempiterna sabiduría.

Dejemos claros cuatro puntos antes de empezar.

- Esto es un documento de carácter educativo. No se tiene que tomar de manera ficticia, cómica y/o narrativa. Es una guía dirigida al público medio-joven con el objetivo de enseñar a los pobres imbéciles a desenvolverse con agilidad en sus quehaceres cotidianos.

- Cualquier persona que se sienta ofendida puede cerrar el navegador o cambiar de pestaña. No es obligatorio seguir hasta este punto, lo que no quiere decir que sea sumamente recomendable.

- Una vez empecemos con el planteamiento de los tres ejes del amor, lo más posible es que empeceis a tener dudas. Rechazadlas. Solo aquel que este abierto a la felicidad eterna es capaz de comprender cuan útiles son.

- Las teorías son perfectamente aplicables a partir de este mismo instante. Sin excepción. Y cuanto antes, mejor.

Sin más dilación, empezamos.

martes, 21 de mayo de 2013

Resolviendo el teorema (5): Catarsis Isométrica.





Lo primero que sentí cuando terminé el horrible trayecto por el desagüe de mi propio fregadero fue hambre. Despues de todo, había llevado la compra y ni siquiera me había dado tiempo a preparar la comida. Bueno, no es que me hubiese faltado tiempo, la verdad, pero es que una vez me siento en mi sofá pierdo como mínimo unas dos o tres horas de mi vida por ley autoimpuesta. Es cómo cuando vas a cagar y te encuentras bajo la mesilla que está al lado del váter una revista de interiorismo. Pues la hojeas y te quedas con el culo pegado a la bacinilla durante media hora más, aunque corras el riesgo de que se te metan lombrices por el ano o el famoso cocodrilo de las tuberías te enganche por banda y te meta un meneo de tres pares de cojones.

Juro por Buda que lo del cocodrilo es cierto. A mí casi me pilla el muy cabrón. Una noche de juerga me había bebido hasta el agua de los floreros y volvía a casa con una cogorza de espanto. Lo peor es que llevaba a mi amigo Fresa colgado del brazo y no había manera de despegármelo de encima. El colega mide medio metro de altura (literalmente) y trabaja de culturista en un centro de relax. Por lo visto posa mientras los que reciben masajes con chocolate, mantequilla y esas mierdas modernas le observan y le tiran cacahuetes y/o boniatos (estos últimos por lo visto cuestan un plus en la tarifa) para que baile la polca rusa y palmee al ritmo de Mambo Number 5. Lo que más me jode es que después se lleva a las más atractivas señoritas a su habitación privada y se las cepilla de maneras muy poco ortodoxas para presumir después de ello. Un día de cañas me estuvo comentando todas las posiciones que había hecho con la señora Buttermayer, una antigua contorsionista del Cirque du Soleil que tendría por lo menos unos 70 años pero que palabras textuales suyas, lo mismo le daba la almeja que la oreja. Ni que decir tiene que las arcadas que me dan de recordarlo son curiosas.
El caso es que iba con fresa colgado brazo y tambaleándome cual irlandés por la calle tras una noche de copas y sexo baratos. Nos íbamos inclinando a la derecha y hacia la izquierda de manera aleatoria hasta que finalmente ocurrió lo más previsible: caimos por una alcantarilla abierta que algún joven y desaprensivo vándalo había destapado con una palanca/tope/dedo de hierro.

Chocamos contra el suelo y rodamos cuesta abajo rebozándonos de mierda hasta en el flequillo y nos paramos al llegar al típico hueco que tienen todos los sistemas de alcantarillado de las ciudades estadounidenses. Un gran pasadizo oscuro, irregular, húmedo y maloliente. De la leche que nos habíamos dado estábamos ya medio despiertos, a si que empezamos a caminar hacia delante tropezando de vez en cuando con unos hierros que sobresalían del suelo. Fresa se quejaba cada medio minuto y me exigía que le llevase a caballito para otear el horizonte en busca de alguna luz que nos indicase la salida. Para callarle le dí un Sugus (marca registrada) que tenía pegado al gayumbo y que de forma casual encontré durante mi inspección y rascada de huevos diaria. Se lo comió sin rechistar. No compartió, claro. Aun le guardo rencor por ello.
Estábamos cada vez más perdidos y más desorientados cuando de repente vimos un par de ojos amarillos y redondos brillar en la oscuridad, y un ruido grave y aterrador que nos puso la piel de gallina. Algo se acercaba, algo grande y pavoroso.
Salimos corriendo como alma que lleva al diablo, empujándonos entre nosotros para ver si el otro se caía y el bicho se lo comía dejándonos más tiempo para escapar. El cabroncete de Fresa, que por muy enano que sea corre que se las pela, mantenía mi ritmo y sus poderosos y rocosos brazos me golpeaban de vez en cuando en mis partes blandas haciendo que me encogiese y que mi aspecto al correr fuese el de una embarazada con parto prematuro. Sí seguía aguantando sin caer la verdad es que sólo era por puro cague. La adrenalina es lo que tiene, supongo.

El caso es que al fin vimos un resplandor cuando la bestia nos pisaba los talones. Aceleramos el ritmo, sin atrevernos a mirar atrás, y llegamos a la fuente de luz que nos aguardaba. Había dos grandes montículos a los lados del túnel, que se abría mostrando una gran estancia. Agarré del cinturón a Fresa y lo lancé encima de uno de ellos. Yo me dí un impulso con las manos y me puse a salvo justo en el momento en el que el monstruo pasaba a mi lado. Me alejé pegando grititos y moviendo las piernas de forma bastante poco viril hasta chocar contra la pared que estaba más alejada del hueco. Y escuché risas.

Resulta que no era una alcantarilla. Nos habíamos caido por una boca de metro, concretamente la boca de metro de Alonso Martínez. Habíamos rodado por las escaleras mecánicas mientras el guardia de seguridad nos perseguía al pensar que estábamos fingiendo enagenación mental para colarnos. Nos metimos en el túnel sin darnos cuenta y allí fue donde vimos a la bestia, que no era otra cosa que el tren del metro. Entre risas, le conté al policía nacional que nos esperaba fuera que nuestro episodio me recordaba mucho a una película del tío gabacho de Gotzilla, ese de la cara rara. Me llevé un porrazo en la cabeza y me esposaron. Fresa se salvó porque con el impulso que le había dado para saltar al andén había caido de cabeza en la papelera y la gente le confundía con una muñeca de Famosa de esas. Estaba inconsciente y sangraba, pero supongo que parecía ketchup.

Me llevaron a comisaría, me hicieron un test de drogas y resulta que dí positivo en MDMA, LSD, éter, marihuana, ketamina, metadona, crack, heroína, sales de baño, dixiprofikiladiosenifrina y azúcar glasé. Con razón me sentía un poco mareado. Me prohibieron el acceso al metro de Madrid durante 30 años y ahora tengo que ir en mi coche a todos lados. Lo malo es que mi coche es de esos que si sacas la mano por la ventanilla, gira, así que muy fiable no es. Cuando lo cojo es como jugar al GTA.

El caso, que me estoy yendo un poco por las ramas, cuando me estaban haciendo el tercer grado para ver si era un terrorista finlandés (hay un tal Bjor Vranjerkar que se parece mucho a mí) y justo antes de hacerme el tacto rectal correspondiente, pedí ir al baño a hacer un pis. Me lo concedieron y mientras me sacaba a Al Capone de los pantalones el agua del retrete se removió de manera sospechosa, y sin previo aviso un caimán de tamaño mediano apareció por el desagüe y trató de morderme la pilila. Joder, que berrido pegué. Debió de parecer que una burra estaba pariendo. Salí del baño con la picha al aire y tropezándome con los pantalones y me arrojé contra el primer madero que ví, resultó ser una hermosa joven, para contarle lo sucedido. Nadie me creyó, claro, y encima me tacharon de acosador sexual. Más cargos en mi expediente. A este paso me acabaré reuniendo con mi abuelita en la cárcel antes de los 28, que es cuando tengo yo puesto casi todo mi dinero en la apuesta.

Bueno, pues eso, que tenía hambre. Tenía los brazos tan pegados a los costados que no podía sacar los fitillos y el mono me empezaba a pasar factura. Es que claro, llevaba ya unas cuatro horas deslizándome y ya empezaba a estar hasta las narices.

Claro, que hubiese preferido que aquello durase todo el tiempo del mundo, pues al acabar el tunel salí disparado del tunel cual hombre bala y me pegué la gran hostia contra una pared. Creo que perdí la consciencia durante un rato.

Al abrir los ojos, observé que me encontraba en una estancia muy parecida a la que salía en la de Jarri Poter, la cámara secreta esa. A ver si todo esto iba a ser una especie de guiño a la novela y me iba a aparecer una serpiente de 14 metros con ganas de comer... ya nada me sorprendería, os lo aseguro.
Afortunadamente no recordaba que en el libro hubiese un puesto de información al principio del túnel (y a parte yo me había dejado la varita mágica en mi cuarto con Timmy) así que me dirigí a él con gran dolor de cabeza. Una vivaracha señorita me esperaba al otro lado de la ventanilla.

- Hola, buenas... ¿Sabría usted decirme dónde estoy? Y antes de nada... ¿No tendra una aspirina? - Le pregunté apoyándome en el mostrador.
- Buenas tardes, señor Sediento, le esperábamos. Aquí tiene su pastilla y aquí su palmada en el trasero - Respondío ella dándome un azote en el culo y riéndose de manera caballuna.

Estaba tan mareado que ni le dí importancia. Me tragué la pastilla y la chica me pasó un vaso de agua.

- ¡No se la beba toda! - Me interrumpió saltando el mostrador y arrancándome el vaso de la mano - ¡Mientras esté aquí, siga las instrucciones! - Me volvió a dar un cachete, esta vez en la cara. Y se volvió a reir.

"Esta tía está pirada" pensé. Miré el vaso de nuevo y ví que tenía una etiqueta pegada. "BASO PA LAS GARGARAS Y LOS EJPUTOS", se podía leer. Me encogí de hombros e hice lo que me indicaba.

La joven se puso muy tiesa, muy seria y muy formal, y me estrechó la mano.

- Ahora sí nos entendemos Sediento - Me dijo. Su voz de pito se había transformado y ya no daba dolor de cabeza - Mi nombre es Tequilas, seré tu guía hacia el interior de la Cámara de los Tópicos.

Que la chica pasase a tutearme me dió una clara idea de lo que tenía que hacer. Seguir las reglas. Me limité a inclinar la cabeza y con un gesto, le indiqué que fuera ella primero. Y nos dirigimos hacia el interior, en busca de respuestas, y quizás de más preguntas.










































Mientras tanto, en casa de Sediento...


- ¡RRRREVOLOTEOS, UN PAAASO AL FRRRRRENTE! - Berreó Pringles salpicando saliva con su acento alemán forzado y poco convincente.
- ¡Quieres dejar de hacer el gilipollas y pensar, chepudo! - Le gritó a su vez Revoloteos desde su posición al otro lado del sofá, que se había convertido en una barricada.
- Necesitamos un plan señores - Dijo Multiusos desde su posición en la mesilla del té - Cruasán tiene cada vez más reclutas y están a punto de invadirnos. Y yo no tengo nada nuevo que ponerme - Una lágrima se deslizó por su mejilla.
- Estamos jodidos, ya os lo dije. Teníamos que haber destruido su fuerte antes de que le diese otro ataque de enagenación - Se lamentó Revoloteos.
- ¡Tú lo que querías es ir a Zara Home a comprar tapetes para la mesa - Respondió Pringles - Yo propuse llevarlo a su casa y dejar que otros se encargasen del asunto.
- Tú siempre tienes que tener la razón en todo...
- Tú siempre tienes que tener la razón en todo lo que se refiere a tapetes... y yo los quería color fucsia...
- Y tú...
- Y tú...

Multiusos se alejó del sofá mientras los otros dos discutían y miró por la ventana. Su capacidad de volar se había desvanecido y no podía escapar de la casa sin pasar por Cruasán. Entonces le capturarían y sería el fin. Para ser el hombre que todo lo sabía, se sentía como un imbécil.

- Necesitamos ayuda... necesitamos un héroe... - Se lamentó - ¡Que hacemos ahora! ¡Estamos perdidos!
- ¿Alguien ha dicho... un héroe? - Dijo una voz a sus espaldas. Revoloteos y Pringles dejaron de discutir y miraron al pasillo, de donde había salido la voz. Cuatro siluetas recortaban la luz y se alzaban imponentes.

- ¡Gruñón! - Dijo la primera, poniéndose en posición de ataque
- ¡ET! - Dijo la segunda, haciendo lo propio
- ¡Fiestero!
- ¡Oscuro!

Saltaron dando volteretas al otro lado del sofá y se plantaron frente a los tres amigos de Sediento, que tenían cara de incredulidad.

- ¿Y estos payasos de donde coño salen? - Le susurró Revoloteos a sus compañeros.

Haciendo una formación bastante ridícula, los cuatro desconocidos gritaron a la vez.

- ¡Somos las Zarigüellas de Coja! ¡Cruasán debe caer!

Revoloteos, Multiusos y Pringles se miraron.

- Estamos jodidos de verdad.

Desde las sombras.

Sombras. El cuarto estaba cubierto de sombras. Sombras alargadas, finas, gruesas, entrecortadas, renqueantes, pavorosas, uniformes. Ella sentía miedo, un miedo que nunca jamás había experimentado, un miedo que le helaba los huesos y le aceleraba el corazón provocándole espamos involuntarios que en silencio maldecía.
Las sombras se extendían hasta donde estaba y no sabía cómo pararlas. Una de ellas extendió un brazo, o lo que parecía un brazo, en un intento de atraparla y de fundirse en su alma para siempre, lo que provocó que de su garganta brotase un pequeño sollozo, el único que se había permitido hasta ahora exhalar. Se apartó con rapidez y saltó de la cama, su isla, su refugio, hasta el oscuro suelo de madera que, astillado, gimió bajo sus pies.
No había forma de escapar. Se acurrucó contra la pared, sin fuerzas de seguir luchando. Su recuerdo le ardía en la piel formando un contrapunto con el helador pánico y el sordo dolor del corazón. Todo estaba perdido.

Las sombras se alzaron. Sólo tres dieron un paso adelante mientras que otras dos reptaron por la cama para asomarse al hueco en el que ella se había refugiado. Distinguió ojos amarillos en sus deformes rostros y terribles garras en sus apéndices. La más grande de todas esbozó lo que parecía una mueca de satisfacción al sentir cómo ella se rendía. Estaba a un palmo de distancia. Cerró los ojos. Ya no sentía miedo.

La oscuridad de la habitación renqueó. Algo disforme se creó en el centro de la estancia disipando todas las sombras menores, que sufrían sin voz la energía que pugnaba por devolverlas a su mundo. Las dos que estaban agazapadas en la cama se estremecieron y sus ojos empezaron a apagarse y sus maltrechos cuerpos se comprimían. Cuando no quedó nada de ellas, la disformidad se abalanzó sobre las tres restantes aullando y desgarrándolas. Todas desaparecieron sin dejar rastro y la habitación quedó en absoluto silencio. Pero la luz aun no había hecho acto de presencia.

Ella abrió los ojos. La disformidad se había ido haciendo más nítida conforme expulsaba a las sombras de la habitación, hasta el punto de dejar que tras su apariencia grotesca se intuyese el rostro y la complexión de un ser humano.

Ella le reconoció enseguida. La luz volvió a la habitación en cuanto sus ojos se encontraron. Se abalanzó sobre la disformidad y la estrechó en un fuerte abrazo, mientras lloraba como hacía años que no lo había hecho. Su corazón volvía a estar completo.

La disformidad aulló de nuevo. Se desvaneció en el aire con ella aun abrazada a su cuerpo, abandonando la habitación para no volver jamás.


-_-_-_-


Este relato es una simple dedicatoria. No espero que guste, pues está dirigido a una persona en concreto.
Sombras, nos veremos en la otra orilla.

martes, 14 de mayo de 2013

Resolviendo el Teorema (4): A través del fregadero.





Volví de la compra con las bolsas atadas con cadenas a las manos. Es una costumbre que he cogido con la experiencia, pues siempre que me pasaba por el súper del barrio unos mozalbetes provistos de navajas me robaban el pan, el queso y el detergente para los calzoncillos. A partir del trigésimo robo y de enterarme de que me pusieron el mote de "Ofertón", opté por comprar unos candados de bicicleta y de tragarme la llave que posteriormente defecaba. Algunos pensareis que podrían arrancarme las bolsas de plástico de un tirón, desgarrando así un poquillo de carne y hacer de su hurto un episodio más dramático, pero estos jovenzuelos eran bastante corteses a pesar de todo. Me dijeron que estaban orgullosos de mi ingenio y que no volverían a robarme mientras siguiesen pudiendo partirse el culo de mí. No se a que se referían la verdad.

Llegué a mi casa, que desgraciadamente empezaba a convertirse en una colonia de inmigrantes antihigiénicos y tocacojones. Había cajas de pizza por el suelo, papel del culo usado colgado de la lámpara del salón (usado por delante, no por detrás, obviamente. Pringles odiaba que el cimbrel perdiese tras la micción) y basura en general por toda la casa. Menos el cuarto de Timmy, claro está. Ese estaba reluciente. Había contratado a una asistenta puertorriqueña que hacía las veces de amante y de ama de cría. Se llamaba Pepa. Pesaba unos 120 kg.

El cuarto de Timmy... odiaba llamarlo así, pero... ¿Qué remedio había? Las cosas por su nombre y la mujer a la cocina, decía mi abuelo Misógino (no es que fuera misógino, es que se llamaba Misógino).
El caso es que Timmy se lo montaba de puta madre y a mí me tocaba cuidar de dos físicos, un abogado, y un superhéroe con la pierna rota y conmoción cerebral aguda que por lo visto no podían valerse por si mismos.

La oreja de Revoloteos, por cierto, estaba en el territorio de Majora. La palabra "postureo" le había afectado más de lo que suponiamos y se había creado un fuerte con las latas de cerveza que Pringles consumía a una velocidad alarmante y con mis cortinas se había creado una túnica al más puro estilo Julio César. Con lo que le sobró se hizo una bandera y a voz de grito y con la cabeza de una de mis Barbies en la mano proclamó la independencia del Estado de Cruasán. No había manera de sacarle de allí. Lo peor es que Multiusos, el superhéroe, insistía en que era psicólogo y que Freud había aprendido de sus enseñanzas, por lo que intentó curar la enagenación en la que Majora estaba sumido.
Casi no sale con vida de Cruasán. Tuvimos que intercambiarlo por siete u ocho cajas de cerillas y setecientos denarios de la legión, la moneda local de su estado. Toda la puta noche con los rotuladores pintando hojas y recortándolas a medida...

Mientras ocurrían sabe Dios que cosas en el país imaginario de mi amigo, Revoloteos empeoraba por momentos. Tenía sangre de lagartija o al menos eso decía, porque le estaba empezando a crecer otra oreja. Lo malo es que era diminuta y apestaba a langosta, por lo que no queríamos acercarnos demasiado a él. Se ponía muy quisquilloso cuando se sentía solo y nos hacía comentarios hirientes y bastante racistas desde su posición en el sofá.

Eso nos dejaba a Pringles y a mí como únicos responsables de la salud de Multiusos. Tenía la pierna bastante jodida, pero sobre todo me preocupaba su estado mental. A diferencia de Majora, del que estábamos acostumbrados a ver sufriendo ataques psicóticos, el superhéroe insistía en ser una eminencia en el campo del Todo.
Claro, que a mí me importaba una mierda su sabiduría. Sólo quería saber por qué me había llamado "Elegido de los Tópicos" y la razón por la que me había ido a buscar. Así que cuando planté un pino y me desaté las bolsas de la compra, me senté frente a él en el sofá, dispuesto a sonsacarle de una vez por todas la verdad.

- Estoy hasta los huevos de verte gorronear mi comida y meterle mano a mi agaporni. Necesito respuestas y las necesito ahora. - Le espeté. Me agarré el paquete porque me sentía muy macho.

Multiusos me miró. Tenía un trozo de mi osito de peluche en la boca. Farfulló algo entre dientes y se levantó con la agilidad de una cebra preñada. Escupió el trozo de felpa.

- Ha llegado el momento, tienes razón. Tengo que acicalarme. Un segundo, caballeros.

Se dirigió al baño a la pata coja y bordeando Cruasán con cuidado. Del fuerte salían ruiditos simiescos.
Revoloteos se me acercó, dejando una nube de peste a marisco en el aire.

- ¿Seguro que podemos fiarnos de él? - Me susurró - Ya sé que puede volar y mi padre siempre dice que los animales más nobles son los que están en el aire y se abalanzan sobre la carroña cual mosca a la mierda pero...
- Porshupueshtoqu... eh. Pors... Sí queeee podemosh fiarnos diii EÑ - Rumió Pringles. Cuando su estado de embriaguez superaba el punto no retorno su oido se volvía más agudo que el de un pastor alemán, pero su locuacidad se veía ligeramente resentida. - Eshjkji unn ben pío, esth..teeee... pío.
- Aun así no deberíamos de dejarle tener tantas confianzas. No quiero tener a un individuo así en mi casa. O le interrogamos y nos dice como nos podemos librar de Timmy, o ya puede ir largándose de aquí - Terció Revoloteos.

Me indigné y me levanté de un salto.

- ¿Y que cojones te crees que estoy haciendo? ¿No eras tú el que te fuiste de juerga ayer con él? ¿Y que cojones es eso de "mi casa? ¡Es mía hostias! ¡Mía, y de nadie más!- Berreé manchando de saliva cualquier cosa que estuviese a menos de medio metro.

Revoloteos también brincó del sofá y se me encaró.

- Al menos yo no soy tan inútil cómo para dejar que un agujero cósmico me quite la mitad de la casa y no pague el alquiler.
- ¡Tú lo que eres es una jodida langost...!

Los gruñidos del fuerte se intensificaron y un puño se alzó amenazador sobre las latas de cerveza. Revoloteos y yo palidecimos, nos dimos la mano sonriéndonos de manera crispada y nos sentamos. A Majora no le gustaban los conflictos y preferíamos no entrar en guerra con Cruasán. Pringles empezó a roncar.

Estuvimos unas tres horas esperando a que Multiusos saliese del baño. Se escuchaba la voz de Multiusos cantando a viva voz "Eres tú" de Mecano y el ruido de la ducha de fondo. Cuando por fin salió, lo único que había cambiado en él era que ahora en vez de una capa llevaba una pajarita con unas ranitas sonrientes. Me planteé robársela mientras estuviese durmiendo.

- Señores, acompañenme. Tengo algo que enseñarles - Anunció

Despertamos a Pringles y, con un lazo, sacamos a Majora de su fuerte. Ninguna de las tareas nos resultó fácil. Ambos mordían, arañaban y juraban venganza. Me temí una futura alianza entre ambos, pero eso tendría que esperar. Les necesitaba sobrios y cuerdos. Como mi fuerza física es igual a menos uno, el pobre Revoloteos casi pierde la otra oreja. Por suerte el tajo al bies que soltó Majora al soltárseme le alcanzó en la ceja.

Mientras Pringles, ya recuperado de su terrible resaca (siempre que se despertaba tajado tenía una mala hostia increible, pero se recuperaba insultantemente deprisa), bañaba a Majora en agua helada para que recuperase la cordura, me reuní con Multiusos en la cocina.

- Mfffff... ffmffmm.
- Me cago en la leche... - Exhalé un hondo suspiro.

Le arranqué la pata de mi osito de la boca.

- Ahora. Habla.
- Debes de meterte por el Fregadero. - Me anunció con toda normalidad.
- ¿Que me meta por el fregadero? ¿De qué hablas? ¿Es que aca...?

Me tapó la boca con el dedo índice.

- Calla y escucha. Yo no puedo mostrarte nada. Ya bastante dije el día que te conocí. He venido a guiarte, pero las respuestas a tus preguntas sólo las puede resolver el Fregadero, y lo que hay más allá.

Por segunda vez desde que le conocia hubo algo en él que me sorprendió. De nuevo tenía esa mirada sabia y poderosa. Me infundió un renovado respeto.

- Pero... ¿Como me meto en el fregadero? Es imposible, no quepo.

Multiusos sonrió.

- Mira hacia aquí. - Me dijo.
- ¿Dónde?
- Mira. - Y me dio un puñetazo.

Ví las estrellas. No me lo esperaba y el hijo de perra éste tenía el brazo más grande que mi pierna. Me quedé grogui y lo único que me impidió caerme al suelo fueron mis años de entrenamiento con las Fuerzas Armadas (en realidad me choqué con la puerta y me quedé enganchado al pomo, pero esto no tiene porqué saberlo nadie).

Escuché unas risas a mi lado. Majora, Revoloteos y Pringles estaban tirados en el suelo, retorciéndose y pegando palmadas a diestro y siniestro a cualquier cosa que encontrasen.

- Menuda hostiaaaaa... - Decían de vez en cuando.

Dirigí mi mirada a Multiusos. Y una rabia asesina me llenó por dentro. Quería matar. Asesinar. Comerme un durüm. Lo que fuese. Me lancé hacia él con un maullido que sonó bastante homosexual, pero antes de alcanzarlo, él se apartó a gran velocidad. Choqué con la encimera y caí de cabeza al fregadero. Entonces fue cuando ví la verdad. No se como lo hice, pero funcionó. Descargué mi rabia sobre la pileta de aluminio. Levanté la cabeza y le propiné un sonoro cabezazo al grifo. Y el desagüe se ensanchó hasta que pude meterme por él.

Antes de que se cerrase, me dí la vuelta y ví a mis tres amigos señalándome con el dedo y con cara de sorprendidos. Multiusos levantó el pulgar, y todo se volvió negro.

sábado, 11 de mayo de 2013

Resolviendo el Teorema (3): El señor multiusos.





Tras pedir un crédito a plazos (30 años, 40% de interés) y pagar a Pringles, me quedé bastante jodido. No sabía que hacer ni a quien acudir para librarme de Timmy. Y lo que era peor, mis amigos habían tomado mi casa por asalto y no me eran de ninguna ayuda. Pringles y Revoloteos se pasaron el resto del Sábado jugando a la Plesteichon y Majora se enfrascó en la ardua tarea de hacer collares de macarrones para el examen final que tendría en Junio. Me compadecí de él.

Yo, por mi parte, me planteaba distintas alternativas. No podía matar a Timmy. Si le disparaba, me podría meter en un buen lío. Pringles me explicó que, según las leyes de nuestro país, un agujero interdimensional puede ser legalmente co-propietario de una casa si el dueño original de esta le lanzaba cosas sin preguntar primero.

Los físicos tampoco tenían ninguna idea nueva. Majora seguía insistiendo en follarselo mientras que Revoloteos me alentaba a llamar a los Cazafantasmas.

A las 20:48 de la tarde, me puse a hacer la cena, que consistiría en hielo de la nevera y una pera (o eso me pareció que era) que había encontrado tirada en una esquina de la despensa. Mi dirigí a las escaleras del portal y me senté, con gran frustración. Odio compadecerme de mí mismo, pero en aquella ocasión no pude evitarlo.
Lo peor es que podía aprender a convivir con Timmy, y yo lo sabía. Dejaría mi cuarto y me trasladaría al salón, donde podría hacer vida normal. Tal vez tendría que dejar algunas de mis cosas al alcance de Timmy, pero merecería la pena con tal de no amargarme a mí mismo la existencia. Ni de amargársela a los demás, ya que cuando me siento triste u ofuscado tiendo a quejarme sistemáticamente cada dos minutos y me gusta hacer nudismo. Ni que decir tiene que no es una imagen agradable.

Asi que ahí estaba yo, en pelota picada, con las llaves colgándome de las pelotas (tengo un compartimento secreto que uso a veces a modo de bolsillo natural) y con mi plato de suculenta pera podrida y hielo con sabor a mostaza rancia, ya resignado a convivir a la fuerza con el puto agujero de gusano (le voy cambiando de nombre, lo sé) cuando por la ventana del portal, una luz cegadora iluminó el rellano.

Me tapé los ojos pero la luz traspasaba mi brazo. Era como en esas películas en las que una supermodelo enseña las ubres y todos los presentes se quedan observando con cara de violador en potencia. Todo se ilumina y... ¡bum! Se pasa a la siguiente escena antes de que la cámara haya dejado el plano en toda su plenitud.
Entonces es cuando tu, rabo en mano, te levantas y te cagas en la madre y los antepasados del director, el productor y el apuntador. Tiras las palomitas a la pantalla (no alcanzas porque estas en la puñetera última fila porque a tu abuelita, que tiene escoliosis y le duele el cuello, y se ha comprado unas gafas, que más que gafas son prismáticos, le ha dado por ir contigo y exige sentarse allí) y escalas la pared hasta encontrarte con el tipo que maneja el proyector y te lías a hostias con él.

No han vuelto a dejarme entrar en ese cine. Tienen una foto mía en la entrada, bien grande. Salgo con los pantalones bajados, con medio culo fuera, mordiéndole la frente al sr. Pérez. No me denunció porque mi abuela tuvo a bien rematar la faena y le atizó con el paraguas hasta dejarlo seco. Ahora está en la cárcel. Me salvó el culo, la verdad, y me tatué su nombre en agradecimiento. También le llevo bombones que usa como moneda de cambio para cigarrillos y algún que otro pincho "para rajar a la puta de la Jenny". Creo que saldrá en un par de meses, pero dice que lo mismo nos vemos pronto para "ajustar cuentas". ¿Que coño querrá decir? La pobre ya chochea...

¿Por dónde iba? Ah, sí. Pues eso, que me quedé en estado de shock, igual que los capullos de la película esa. Cuando el flash pasó, miré al cielo y lo ví. Iba ataviado con una capa color marrón y una camiseta fucsia. Llevaba un pañuelo en el cuello amarillo y unos pantalones vaqueros de color rojo. Todo jodidamente mal conjuntado. No es que yo sea un lumbreras en eso de la moda pero coño, eso dolía a la vista.

Era un tío enorme. Volaba a toda velocidad hacia mi edificio. La verdad es que me asusté, puede que incluso se me escapase hasta un rebuzno. Solté el plato y eché a correr escaleras arriba con la minga bamboleándome de un lado a otro. Me saqué las llaves del escroto y entré en mi casa. Cerré la puerta con un portazo. Me latía el corazón a cien por hora.

Mis colegas se acercaron a la puerta y me miraron con cara de susto.

-¡¿Se puede saber por qué coj...?!

¡¡¡BOOOOOOOOOOOOM!!!

Fue no la madre, la abuela de todas las hostias. El gilipollas de la capa de cargó el tabique de mi pared y se estrelló contra la que estaba enfrente, que se agrietó y se combó de manera excesívamente peligrosa. Por lo visto era un poco cegato o tenía una puntería de asquerosa, porque según nos contó despues el lo que trataba era de entrar por la ventana abierta, posarse en el suelo cual grácil mariposilla y poner su pose de presentación.

Pero en ese momento el pobre hombre estaba medio enterrado en una capa de yeso y madera astillada. Le sacamos como pudimos y Majora tuvo tiempo de cortarse, dislocarse el hombro y fingir que tenía pupa para escaquearse de levantar a la mole e irse a jugar con los LEGO (marca registrada).

Sentamos al tío este en el sofá. El pobre tenía una especie de conmoción cerebral, porque no dejaba de farfullar incoherencias y de señalar al cielo mientras babeaba. Le dimos un poco de leche y galletas y se tranquilizó bastante.

- ¿Te encuentras bien? - Preguntó Revoloteos - ¿Necesitas un poco de impulso para volver a volar? - Se rió de su propio chiste con efusividad perruna.
- Yo... buscar... Sediento... urgencia... brrhahduh - Respondió el desconocido con los ojos en blanco.

Me acerqué.

- Yo soy Sediento. ¿Que ocurre? ¿Quien eres y cómo sabes mi nombre?
- Tu... eres...
- ¿El elegido?
- Gilipollas... no
- ¿No soy gilipollas? ¿O no soy el elegido?

Pringles me atizó con el maletín y me berreó que guardase silencio.

- Tu... eres... el guardián... de la puerta de... el "sitio".
- ¿El guardián de la puerta? - Pregunté extrañado - ¿Te refieres a Timmy? En serio, ¿quien cojones eres?

El gilipollas de la capa me miró fijamente. Sus ojos rebosaban conocimiento y sabiduría. Una sabiduría tal que me sentí acobardado.

- Yo soy... - Tosió - Multiusos. Cargante Multiusos... un placer... conocerte...

Hizo una pausa dramática. La verdad es que le quedó de puta madre.

- ...Guardián de la Puerta de los Tópicos...

Se desmayó.













- Lo de la pausa era postureo - Mencionó Revoloteos de pasada. Majora le cortó una oreja con el cuchillo de cocina.

viernes, 10 de mayo de 2013

Resolviendo el Teorema (2): Legalmente intrínseco.






Pringles llegó a mi casa a las 08:59 de la mañana del Sábado. Estábamos en la cocina tomándonos unos emparedados de atún y tabasco para mantener nuestras mentes despiertas y nuestro estómago a punto para lanzar heces a Timmy. Esta idea era de Majora, por supuesto, que estaba realmente frustrado. Segun él, la única solución era fecundar al agujero y tras esperar los 9 meses de rigor, disputar la custodia del hijo-puerta, ganarla y ofrecerle al fruto de su vientre a cambio de la libertad de mi monitor. Nos negamos, a si que lo único que se le ocurrió a continuación fue lanzarle caca.

Pringles llegó en un estado lamentable. Su traje tenía arrugas y manchas de ketchup y apestaba a whisky barato. Preferimos no preguntarle.

Se dirigió sin demora a mi nevera y se abrió una lata de cerveza. Segun él, no se gana un juicio sin tener la suerte de los borrachos. Empezó a soltarnos un rollo sobre poderes judiciales, inquisitivos y penales que me daban el derecho de practicar la flagelación con un látigo de 7 cuerdas sobre Timmy si en menos de 23 años no me había pagado el alquiler. La idea era tentadora, pero necesitaba librarme de él de forma lo más rápida posible.

- No os preocupeis pequeños. - Dijo mientras se bebía de dos tragos la octava cerveza y tiraba la lata sobre mi cabeza - Yo me encargo de todo.

Salió de la cocina y se metió en mi cuarto. Nos quedamos en tensión, asomando la cabeza al pasillo, mientras tratábamos de escuchar lo que ocurría. A alguien se le escapó una ventosidad.

Tras 3 horas interminables, Pringles salió de mi habitación con una gran sonrisa en los labios y con el maletín en la mano. Mis esperanzas aumentaron.

- ¿Que ha pasado? - Le pregunté lanzándome a sus brazos y derribándole - ¿Se marchará? ¿Podré volver a usar mi ordenador para no hacer nada productivo?
- ¡Quita, coño! - Me gritó lanzándome contra la mesilla del salón e incorporándose. Se encendió un cigarro y se sentó en el sofá con aire misterioso.
- ¿Te ha dicho algo de mí? - Dijo Majora con un brillo en los ojos - ¿Habrá notado mi cambio de look?
- Callarse to er mundo - Dijo a modo de respuesta Pringles, imitando de manera vergonzosa el acento sevillano - Todo está bajo control.
-¿Entonces? - Preguntamos los tres al unísono

Se produjo un silencio incómodo. Pringles daba las caladas lentas y nos miraba con aire de superioridad. Yo estaba cardiaco.

- He hablado con él. Dice que está muy disgustado con la forma en la que le trataste cuando le conociste. Es un mentiroso, podemos ganar el juicio de manera fácil. Hasta me dijo que le arrojaste basura y cosas encima - Se rió y me miró -¿A que es ridículo?
Dudé un momento.
- Tal vez le tirase alguna cosilla, sí.

Se le cayó el cigarro y se puso pálido.

- Dime que no le tiraste grapadoras.
- Estoo...
- Dime que no le tiraste latas de Coca-cola vacías.
- Estoo...
- Dime que no bailaste una sardana delante de él con la barretina calada.
- Estoo...

Pringles se levantó de un salto y abrió su maletín. Dentro sólo había trozos de pizza, litronas vacías y muestras de colonia de las que te envían por correo. Empezó a berrear y a decir una y otra vez "¡tiene que estar por aquí!" mientras tiraba toda la mierda que tenía acumulada sobre el salón. Me empecé a preocupar.

- ¡Ajá! - Gritó levantándose con un papel arrugado y lleno de manchas de grasa en la mano - Aquí está.
- ¿Que es eso? - Le pregunté acercándome - ¿Una orden de alejamiento? ¿Valdría algo como eso?

Pringles hizo una especie de de gesto despectivo.

- Mis honorarios. Me debes 30.000 leuros.

Me cagué en su padre, en su madre y en su sobrina.

Resolviendo el Teorema (1): El ataque de Timmy.




Ayer estaba yo buscando en el hinternet (o bueno, la hinternet, que despues llegan las feministas y...) algo con lo que pasar el tiempo cuando de pronto y sin previo aviso se abrió en mi Mozilla Firefox con Adblock incluido una página muy misteriosa. Era negra y sólo tenía un botón con una carita sonriente muy sugerente. Me pregunté que sería. No podía ser Spam ni pornografía, y tampoco falsas promociones de las que pones tu número de teléfono y te sacan hasta la talla de calzoncillos. Así que pulsé.

Que maravilla amigos. Una luz iluminó mi ordenador y se creó una puerta espacio temporal en el monitor del mismo. Justo la mañana anterior había visto un documental en la 2 sobre agujeros negros, galaxias lejanas y bocadillos de panceta sin queso, por lo que imaginaba que toda la materia que atravesase mi monitor se convertiría en pura energía e implosionaría. A si que empecé a lanzar sobre la puerta grapadoras, bolígrafos, pelos púbicos y algún que otro fluido corporal que en mi estado de éxtasis había soltado sin querer.
Los resultados no tardaron en aparecer, por supuesto. Al principio, el monitor se tragaba los objetos con voracidad y hambre lobuna. Pero al rato empezó a esputar y a gruñir de forma molesta, a insultarme y a cagarse encima de mi mesa. No era una imagen agradable, para que nos vamos a engañar.

Cuando terminé de librarme de todas las cosas molestas que tenía sueltas por mi habitación (latas de Coca-cola, brillantina para strippers, mi ex-novia) me dispuse a cerrar el agujero. Pero claro, no tenía ni idea de cómo hacerlo. Despues de todo, no soy físico, y probablemente cualquier cosa que hiciese empeoraría la estabilidad del asunto. Además, el puto Timmy (así se llamaba la puerta) no paraba de hacerme gestos obscenos ni de mentar a mi madre de maneras bastante irrespetuosas, con lo que me daba bastante cague acercarme a él y que me soltase una buena hostia o que me sacase una navaja y me robase los 12 leuros que con mucho esfuerzo había ahorrado durante todos mis años de vivir solo.

A si que la única solución fue llamar a mis amigos, Revoloteos y Majora, a que me solucionasen el problema.
Este par de caballeros son físicos teóricos cuánticos de la materia interespacial planetaria encebollada y rebozada. Aun están en la Universidad, pero por lo visto les va muy bien y... ¿quien no va a confiar en dos jóvenes promesas?
Lo malo es que eran las 04:56 de la mañana de un Sábado y cuando llegaron a mi casa, iban vestidos con lo que me pareció que eran trajes de bailaora flamenca (con castañuelas y todo) y sombreros de mago que, palabras textuales, le habían robado al maricón de Harry Potter. Preguntándome en que estado habrían dejado al pobre indio que vendía sombreros por la calle, les conduje sin más preámbulos a mi habitación, aunque el camino se me hizo eterno (y eso que mi casa tiene 30 metros cuadrados) debido a la cantidad de leches que se pegaban los dos jóvenes genios de la física. Es lo que tiene ir con tacones y con más alcohol que sangre en las venas.

Eso sí, cuando vieron a Timmy sus semblantes y su actitud cambiaron por completo. Se quitaron los trajes de bailaora, dejando al aire sus vergüenzas y se pusieron sus trajes de trabajo con bata incluida (la de Majora manchada de Plastidecor). Nunca supe de donde cojones los sacaron.

Entablaron conversación con Timmy.

- ¿Tu-hablar-idioma-de-yo? - Preguntó de manera entrecortada Revoloteos haciendo aspavientos y poniendo cara de estreñido.
- De acuerdo, tu eres el subnormal número dos. - Respondió Timmy entre regurgitaciones.
- Por lo visto tenemos a un valiente entre nosotros - Dijo Majora con una sonrisa que habría hecho palidecer al más experto acosador sexual mientras se apretaba las partes. - ¡Dejadme solo con el y vereis como canta!
- Y tu eres el subnormal número tres. Uno más y ya podeis hacer una banda.

Me cabreé. Timmy tenía muy mal humor y una pésima educación.

- ¿Te importaría salir de una jodida vez de mi monitor? - Espeté mientras me acercaba a la mesa con el puño en alto y babeando. Majora y Revoloteos me agarraron. - Estoy hasta las narices de tus faltas de respeto y de que mentes a mi mami. - Me eché a llorar sobre el hombro de mis amigos, manchando sus batas de mocos y legañas.

El cabrón de Timmy se carcajeaba y nos señalaba con aires de grandeza. No tenía ninguna intención de salir de mi casa sin luchar, y menos despues de saber que no sabíamos como sacarle.

De pronto, Revoloteos tuvo una idea. Si no podíamos sacar a Timmy a la fuerza, ejerceríamos la opción de la legalidad. Por lo cual, necesitaríamos a un abogado. Era la hora de que Pringles entrase en acción.

jueves, 21 de marzo de 2013

Con erótico resultado.

-Breve (los cojones) introducción

Creo que ya va siendo hora de poneros en situación sobre la vida sexual del ser humano en general. Apretaos los cinturones y subiros la bragueta, guarros. Recordemos que si no pongo +18 en el título es que no van a haber ni relatos picantes, ni fotos subidas de tono, ni videos pornográficos orientados a individuos con claras preferencias zoofílicas, ni nada por el estilo.

Considero que esto es un blog bastante abierto. Con eso quiero decir que cualquiera que se sienta ofendido por mi lenguaje, tema propuesto y/o aberrante sistema de enumeración tiene mis disculpas por adelantado. Por otra parte, me gusta saber que puedo hablar de cualquier tema en concreto sin que mis personas mas allegadas se sientan incómodas o acaloradas, debido a que ya tenemos todos pelos en nuestros respectivos aparatos reproductores.


Os pongo en situación. El sexo, más comunmente conocido como "eso k eh???!!!11 xd" es lo que hacen algunas personas para tener hijos, pasar un buen rato o presumir con los amigos de que la tetona del quince (no confundir con de quince) ha caido por fin a base de insistencia y horas de gimnasio.
Hay que partir de la base de que toda relación sexual tiene, como mínimo, un 20% de base verídica y un 80% de base ficticia en el caso de los hombres. No hablaré del refrito de que en las mujeres es inverso, pues aunque creo que es falso y podría explayarme muy a gusto,  probablemente se me vaya la lengua más de la cuenta y corro el riesgo de reducir mis ya ínfimas posibilidades de reproducirme. Exacto, ya he asumido que el apellido familiar acaba conmigo.

Entonces partimos de esa premisa. El 80% del sexo que practicamos los hombres es falso. De ahí hacemos una nueva desambiguación, que nos deja otros dos nuevos porcentajes: el 50% del sexo falso es inexistente y el otro 50% del sexo falso es exagerado. Y podríamos seguir desmembrando.

Esto es debido a la escasa facilidad que tenemos la raza humana para estar cachondos dispuestos a consumar unos con otros. Unas veces simplemente no hay atractivo ni tensión sexual, otras veces se produce el "efecto Ñeh" (explicado más adelante), otras nos aferramos a un poder superior... pero al final todo se reduce a pura mogigatería.

¿Qué? ¡No! ¡No estoy insinuando que esto debería de ser la juerga padre ni la orgía constante! Ya hice campaña sobre ello y casi me echan del país. No. Lo que me refiero es que el pudor y la capacidad de elección nos produce un efecto rebote. Cuanto más ganas tenemos de darle al asunto, más se reducen nuestras posibilidades. Eso es malo, caballeros, muy malo. Nos lleva a un estado de desesperación tal que nos vemos obligados a producir en las mujeres el denominado efecto Ñeh.


- El efecto Ñeh.

Dícese de aquella reacción que producimos los hombres en una hembra a la que nos queremos, hablando en plata, apretar salvajemente. Este efecto se produce al estar excesivamente ávidos de contacto físico, hambrientos, furiosos, borrachos, cansados y/o aburridos. Algunos especímenes tienen tendencia a producir el Ñeh de forma constante y compulsiva, sin saber que este efecto puede llegar a producir adicción. Esto sólo puede acabar de una forma: El sujeto en cuestión va evolucionando. Se muestra cada vez más confiado por sus ínfimas conquistas, se evalentona, se vuelve arisco y huraño con todo macho que se acerque a su rebaño y empieza a invitar a toda mujer viviente a copas, patatas del McDonald's y Fantas. Sí, amigos. No os creais lo que os dijo la famosa película. El Ñeh viene a ser una fase anterior del denominado y penado con la muerte de las gónadas Pagafantismo.

- Como evitar el Ñeh.

Ha quedado claro los peligros del efecto. No debemos de caer en él, el debe de caer en nosotros, pues aunque no lo creais, las mujeres tambien nos pueden producir semejante reacción, aunque sea en menor medida.

La forma más frecuente de producir el Ñeh es a base de frases hechas. Nunca debemos de caer en este grandísimo error, pues pocos han logrado convencer a la señorita en cuestión, y si lo han hecho, es por mera suerte y labia posterior.

Recordad, una frase hecha:
No es original
  • No es divertida
  • No es sexy
  • No es ocurrente y simpática
  • No es arrebatadora
  • No os va a ayudar a casaros antes que el gilipollas de Ted Mosby
  • No tiene gancho
  • No sirve para romper el hielo
  • ¡Por el amor de Dios, no! ¡No sirve para hacer de autoestopista!
Pero es que a mí una vez me funcionó, nada. Puedes tirar de improvisación y ser simpático, pero jamás te ligarás a una mujer con frases del estilo "¡Qué golosa, que prodigio!" que el imbécil de tu colega te ha dicho que pongas en la red social de turno. Produce Ñehs a puntapala.


- ¿Es el Ñeh reversible?

No sólo lo es, pequeño amigo, sino que se considera un arma de doble filo. La primera impresión puede ser fatal, pero si consigues revertir la situación serás considerado un "Mh", o también llamado mojabragas (esta expresión la considero gloriosa ofensiva, por supuesto).

No hay sistema preestablecido para convertirse en un Mh. Unos optan por hacer ejercicio hasta acabar exhaustos, pasarse la vida en el gimnasio, abusar de los batidos y los ciclos (¿y lo de la cabeza?) y mirarse en un espejito cada dos por tres con deseos de autofollarse. Esto suele ser efectivo, por supuesto, pero dudo que la mayoría de estos especímenes sean capaces de pestañear y respirar al mismo tiempo sin cagarse encima. Otros optan por ejercitar la labia, ser graciosetes y dinámicos, ser atentos, considerados... ¿funciona? Pues depende. ¿Que de qué? Y yo que cojones sé, no soy un puto sexólogo.


-Conclusión.

Sé tu mismo, liga con quien quieras, no te inventes películas y serás feliz. Hay miles de maneras de convertirte en un follador vividor de campeonato, pero si lo consigues sin variar tu personalidad estarás el doble de satisfecho. Por muy gilipollas que seas, siempre habrá alguien que te aguante. Y si ni aun así, siempre te quedará la mano derecha. Si eres de los que experimentan cosas raras, invita a la izquierda a la fiesta. Os lo pasareis en grande.


Un saludo, xxx.


NOTA EXTRAOFICIAL: CONSIDERO QUE EN ESTE MUNDO VIVIRÍAMOS MÁS FELICES SI TODOS FUERAMOS EN PELOTAS.

martes, 12 de marzo de 2013

La senda del hombre gris.

Había una vez un hombre que se hacía pasar por lobo. Todos se reían de él, pues andaba a cuatro patas, gruñía mucho e intentaba robar ganado, ganándose de esta manera una buena cantidad de insultos y algún que otro puntapié.

Se hacía llamar Obol. Vivía en una cueva en la montaña que había cerca del pueblo, y todos los días bajaba al bosque a buscar alimento, agua y, si la suerte lo acompañaba, cerveza de barril que algún campesino descuidado había dejado sin vigilancia. No hablaba mucho, pues en su mente la idea de que era medio lobo le impedía pensar con claridad, pero de forma casual se reunía con un viejo ermitaño que vagaba por las praderas del sur. Lo consideraba su único y más preciado amigo.

Un buen día, Obol se lo encontró sentado en un tocón del bosque, practicando con un arpa de seis cuerdas.

- Buenos días, señor ermitaño - gruñó a forma de saludo Obol.
- Buenos días Obol - respondio cortesmente el ermitaño, mientras sus dedos trazaban suaves formas con el arpa. La música resaltaba claramente con el silencio del bosque, dándole un aspecto más misterioso de lo habitual.
- Hoy no he encontrado agua - se lamentó el Obol, pues siempre que se encontraban compartían la bebida - y no puedo ayudarle a refrescarse.
- No es preciso que me convides hoy, amigo mío - respondió el ermitaño con una sonrisa.
- Tampoco he traido comida. Debe de estar pasando hambre - Obol estaba realmente apenado.
- Cené bayas hace tres lunas, jovencito. Estoy realmente lleno.
- Tampoco tengo ninguna historia nueva que contarle - Obol estaba al borde de las lágrimas. Siempre acostumbraba a maravillar al anciano con alguna aventura nueva.
- Mi entristecido compañero, nada de eso es necesario hoy. Todo lo que necesito lo tengo aquí.
Y señaló una pequeña bolsa cerrada que había a sus pies.

A Obol le entró la curiosidad. No todos los días se producían encuentros con el ermitaño y era la primera vez que este llevaba un saco consigo.

-¿Qué es? - preguntó.
- Un saco - respondió el ermitaño con una amplia sonrisa.
Obol esbozó una mueca irritada
- Eso ya lo sé, pero... ¿que contiene?
- Contiene muchas cosas.
Obol se irritó mas aun.
- ¿Y qué cosas en concreto?
- Una escalera a ningún sitio, un dado de marfil que señala al norte, un mapa del sendero del hombre gris, una manta que solo cubre los pies...
- ¿Un mapa del sendero del hombre gris? - interrumpió Obol de pronto - ¿Podría prestármelo?

El ermitaño dudó. Pensaba utilizarlo para el día de su octogésimo cumpleaños, pues se decía que si cruzabas la senda del hombre gris el mismo día de tu nacimiento, un ciervo blanco te regalaría un nuevo par de zapatos, y los suyos ya estaban muy gastados.

- ¿Para que quieres ir a ver al hombre gris? Ya sabes que no acepta visitas sin motivo. Debes de tener una razón.
- Quiero que me ayude a ser un lobo de verdad. - dijo Obol - La gente se asusta de mí o se ríe de mí, y eso no me gusta. Quiero que todos me teman, o todos me tomen por un loco, pero no ambas cosas.

- Eso es una buena razón - reflexionó el anciano ermitaño, dejando de tocar el arpa e inclinándose hacia el saco - pero si vas a ver al hombre gris, recuerda que la senda solo aparecerá en tu imaginación. En el momento que creas que no existe, desaparecerá, y con ella el mapa.

Obol recogió el arrugado papel que le tendía el ermitaño y le dio las gracias efusivamente. Este le vio partir y se preocupó mucho por él. Le había cogido cariño y no deseaba que le ocurriese nada malo. Con un agudo silbido, que solo un tipo de pájaro puede escuchar, llamó a la torcaz dorada.

- ¿Qué necesitas? - preguntó la torcaz en la antigua lengua de las aves.
- Quiero que vigiles a Obol para que no le ocurra nada malo. Va en camino de encontrarse con el hombre gris y estoy realmente preocupado por su seguridad - explicó el ermitaño.

La torcaz dorada, cuyo nombre era Adarod Zacrot, asintió con la cabeza y voló en pos de Obol.

El ermitaño guardó el arpa en su saco sin fondo y se dirigió de nuevo a las praderas. Había sido un día bastante productivo.

lunes, 11 de marzo de 2013

Antes se me veía la cara.

Se han dicho muchas cosas de mi barba. Supongo que es normal, después de todo, ya que no conozco a nadie que pase de tener la cara como el culo de un bebé a parecer un jodido furby sin levantar admiración, asco, sospechas sobre sexualidad ambigua y/o risa descontrolada por lo tremendamente ridículo que puede parecer.

Yo entiendo que la empleada del Starbucks de marras se sienta intimidada por el individuo que lleva en la cara lo que parece ser una mezcla de pelo púbico y bigotes de ardilla, cuya longitud es inversamente proporcional al lado por el que la mires. Tambien entiendo que no sea fácil identificar su color, pues dependiendo del día que haga y de la luz que me ilumine, varía totalmente con un efecto camaleónico que haría que el más avezado cazador se sintiese ridículo y desconcertado.

Pero joder, que no me voy a afeitar. Llevo desde los quince años arrastrando el trauma del pobre imbécil imberbe y aunque aun no me he repuesto del susto que supuso encontrar un pelo en mi pecho el mes pasado, soy un ser de principios. Y no voy a capitular, esta vez no.

Generalmente me suelo arreglar la barba. Un recorte por allí, el bigote fuera, subimos al entrecejo (no vaya a ser que algun día me deje ciego del todo) y bajamos a las mejillas cuidadosamente. Ese momento crucial que todos los hombres tenemos al acercar la maquinilla eléctrica es mi gran suplicio. Me pego un corte de cojones por el lado derecho, voy a igualar el izquierdo y resulta que la simetría me abandona una vez más.
Y empiezan las rebajas del Corte Inglés. Por mucho que me igualo no se por donde coño empieza el pelo largo y por donde termina el corto. Total, que al final graduo al dos y a tomar por saco. Y lo peor de todo es que cada tres días tengo que repetir la operación, pues la muy jodida se toma la molestia de salir más por un lado que por otro, dándome el aspecto de Bud Spencer por un lado y de Brad Pitt (postureo) por otro.

Despues está el tema "atractivo". Dicen los de Gillette que ellas nos prefieren bien afeitados y que incluso les da morbo vernos lidiar con el espejo cada mañana. Se pueden meter sus teorías por donde les quepa. La barba ayuda a mantener el enigma, a dar rienda suelta a la imaginación de aquellas que aun no se esperan el desastre que se esconde en tu verdadero rostro. ¿Quien sabe que misterios esconderán tan tupidas mejillas? ¿Que es lo que oculta? ¿Caramelos? ¿Heces? ¿Un regalo de cumpleaños?

Amigos míos, recordad bien lo que os voy a decir. Las barbas están infravaloradas, pues aunque tres de cada cuatro las llevemos (esto me lo acabo de inventar) nadie las valora como se merecen. He escuchado odas a las ninfas, sonetos a las flores, baladas a las calles de una ciudad, elegías a la cerveza, oraciones a nuestros santos y minués a la Coca-Cola. Pero jamás nadie ha defendido con pasión, ni hablado con sentimiento de una barba perfectamente formada.

¿Y todo esto a que viene? No lo sé, la verdad. Yo he venido aquí a hablar de mi libro, diría Francisco Umbral. Pero me he emocionado mirándome al espejo cuando iba a lavarme los dientes y me ha llegado el flash de inspiración bendita que tan raramente me llega. En el fondo es una gilipollez, claro...

Despues subiré una entrada más seria. Pero no prometo nada. Si puedo elegir, elijo un interludio. Es más rápido, complejo y no tengo que hacer nada más que un copia-pega. Así soy yo, un barbudo imberbe vago y sin sentido de la propiedad estética.

De nuevo en sus hogares, XXX.

jueves, 7 de marzo de 2013

La del dedet.

¿Que se puede decir de los viernes que no se haya dicho ya? Son sin duda el peor día de la semana.

¡Como que el peor día de la semana, señor XXX, si es cuando acabamos las clases/trabajo/servicios sociales! ¡Nos acicalamos y salimos a quemar las calles, o nos quedamos disfrutando de una buena siesta en el sofa!

Callaos, coño. Qué sabreis vosotros de la vida. El viernes está maldito, y eso es innegable. Cualquier cosa que pretendas hacer se va a distorsionar, tenlo por seguro. Si quieres descansar, saldrás hasta la muerte. Si quieres salir y bailar hasta el amanecer, no encontrarás plan y entrarás en depresión absoluta. No hay futuro, ni presente, ni pasado en un viernes maldito.

Os tengo que poner en situación. Era un día soleado y frío de principios de Marzo. Me levanté como cada mañana para ir al trabajo, con una sonrisa en la cara y una canción en el corazón (aunque a mí no me ascendieron) y me dispuse a pasar las siguientes 6 horas en una espiral de cansancio y responsabilidad. Se me pasaron volando, como siempre.
Al salir, me dí cuenta de que tenía dos días para estar languideciendo en casa y no hacer absolutamente nada productivo. Mientras volvía a casa, me relamía pensando en mi plan de fin de semana, que consistiría en quedarme en el sofá en gayumbos, con una mano en el mando de la Play y la otra en los huevos, disfrutando de la soledad de mi hogar y alimentándome basicamente de luz, agua (previamente depositada en una botella) y patatas Risi (marca registrada). Lo de mear sería un problema, pero tengo mis triquiñuelas para salir al paso.

El caso es que la historia comienza cuando un par de amigos me instaron a salir de mi madriguera y conocer la vida nocturna de los suburbios de Madrid. Me pidieron anonimato, por lo que a partir de ahora serán conocidos como Sr. Pringles y Sr. Revoloteo. 

Este par de pintorescos caballeros y yo somos los autoproclamados Tres mosqueteros, que compensamos nuestra falta de originalidad con noches que empiezan mal, continuan mal y acaban peor. ¿Que por que nos gustan tanto? Porque siempre hay algo que contar. Tenemos cientos de aventuras a nuestras espaldas y, aunque parezca mentira, los años no pesan cuando nos reunimos. En algunas de las historias faltamos alguno, como en la célebre búsqueda de Las Luisas, pero teniendo sustitutos como el Sr. Gruñón, el Sr. Moreno, el Sr. Cargante, el Sr. Majora... cualquier noche se puede tornar épica.

El caso, que me liaron para salir. Y como viene a ser habitual, el Sr. Fresa se nos unió a nuestra noche improvisada.

El plan pintaba bien. 10 amigas sevillanas para los solteros y 2 botellas de wishky para los casados. Por supuesto, el lugar de reunión era mi célebre batcueva, debido a la ausencia de seres humanos tanto en el piso de arriba como en el de abajo. Música de fondo, copazos, risas... lo típico, 6 jóvenes divirtiéndose.

A eso de las 01:30 empezamos a recoger vasos, botellas vacías y la cubitera de 2 litros que habíamos usado a modo de cubata y nos dispusimos a salir. Nuestro objetivo era un local pijo, pero pijo de cojones. Ahí fue cuando empezamos a vislumbrar nubes en el horizonte. No es que no nos fueran a dejar pasar, es que diréctamente nos iban a azuzar con un palo si nos veían vestidos de semejante guisa. Pero rendirse antes de empezar es de cobardes, a si que ala, nos vamos.

El Sr. Fresa y otros dos del célebre grupo conocido como Borrachos, cogieron el coche, y se dirigieron sin más tardanza hacia el centro de Madrid. Los tres restantes nos fuimos hacia el autobús como chicos responsables.

A partir de aquí, la noche se volvió turbia. Tengo flashes de memoria, pero creo que puedo hacer un croquis de los hechos acaecidos, empezando por el principio:

- Salto de la mediana con doble pirueta y caida de cabeza en estilo libre. El Sr. Pringles creyó convenente atravesar la puta carretera en vez de pasar por el subterráneo, ya que, según él, le daba miedo. Joder, casi se nos abre la crisma. Mientras que el Sr. Revoloteos y yo pasamos sin peligro, con precaución y saltando la mediana de un metro con agilidad, el capullo este se tambaleó y, al grito de "soy una gaviota", realizó el salto del siglo. Resultado: abrazo a la mediana y caida de costado incipiente. Eso si, la sonrisa y el cubata intactos. Maravilloso.

- Interludio: ¿Por qué cojones hemos bajado?. Y aun ni recuerdo la razón. El L10 nos dejaba en Gregorio Marañón, nuestro objetivo principal, y en un momento nos encontramos por Tribunal haciendo eses y preguntándonos por el sentido de la vida y sobre la estrechez de una vegiga al estar moña. Ante la duda, me inclino a pensar que fuí yo el instigador. Total, que volvimos al autobús. Ridículo.

- Si no se puede en el cielo, probemos en el infierno. A pesar de todos sus esfuerzos, el comando Borrachos no pudo entrar en el garito pijo de marras. Recordemos que se habían ido en coche. Pues nada, a probar en otro sitio. Nos reunimos con ellos en la entrada del siguiente local, con tan buena fortuna que pudimos colarnos y colocarnos muy cerca de los gorilas. Al final, de 10 sevillanas nada, como siempre. El Sr. Fresa debería de aprender a contar (claro, que a mi la verdad es que me es indiferente, por supuesto).
Pero claro, la noche era turbia, y los astros se habían alineado para darnos bien por detrás, a si que la entrada no era permitida para menores de 23 años. Dilema. Ni al Sr. Pringles ni a uno de los Borrachos les iban a dejar pasar. Así que huimos de la fila como alma que lleva al diablo, pues aunque el Sr. Fresa y dos amigas suyas iban a pasar, a mi pagar 15 euros y no estar todos juntos me duele en el bolsillo. Por lo tanto, los que entraron al local y los que no quedamos a las 06:00, ya que nosotros encontramos nuestro siguiente objetivo: Casavieja.

- Quien tenga rabo que se lo proteja. Antro absoluto. Entramos porque era gratis y porque el nombre nos traía recuerdos de nuestra infancia, pero, como siempre, si es gratis, algo malo tiene.
Pues en el fondo me gustó. Copas caras y de garrafón, música popera guarra y sin sustancia, pequeño y claustrofóbico, baño inundado de vómito, orín y sudor... el paraiso. Unos bailoteos, unas escapadas fuera a por el cigarrito de rigor, unos vaciles a la pobre imbécil cuya amiga ha dejado sola... en fin, lo clásico de una noche peligrosa. Llegaron las 05:30 y cerraron, con un final épico de "Un beso y una flor" de Nino Bravo. Lamentable el vídeo.

- La del dedet. A partir de aquí, ya no recuerdo prácticamente nada. Sé que estuve a punto de morir por culpa de un ataque de risa, provocado por uno de los célebres discursos hitlerianos del Sr. Pringles. No es la primera vez que me había pasado, pues recuerdo una infame noche de verano en la que me arrastraba por el suelo con la voz del cabronazo este persiguiéndome y retumbando en mi cabeza. Aun me da la flojera cuando lo recuerdo.
El Sr. Revoloteos, cuya risa perruna es adorable, no ayudaba en absoluto. En vez de pararle, le instigaba refutando la ya célebre teoría del dedete.
Esta maravillosa teoría consiste en dos fases: ¿Que te vas? ¡Pues te atraigo!. No pienso extenderme más, que cada uno saque sus propias conclusiones. Esto es un blog muy fino y no me sale de los cojones ponerme ahora a soltar burradas.
El caso es que me dio tal ataque de risa que acabé acurrucado en un árbol suplicando clemencia. No la hubo. El Sr. Pringles seguía, orgulloso, con el dedo alzado y con una postura tan autoritaria que habría sacado los colores al mismísimo Fhürer, mientras que el Sr. Revoloteos refutaba sus argumentos con insultos, descalificaciones y pasos de baile al más puro estilo David Bisbal (aclaro que el Sr. Revoloteos es corista suyo, para el que no lo sepa).

- Volviendo a casa. No recuerdo casi nada más. Mi mente había asimilado demasiadas imágenes grotescas esa noche y supongo que necesitaba desconectar. Me pasé de parada, claro, y me tocó ir a pata por un camino oscuro y asqueroso. Me podrían haber dejado en gayumbos sin enterarme, pero logré llegar a casa. De una pieza. La calle de los gitanos se me antojó eterna, ya que es curva y jamás se vé el final hasta que estás en él. Pero claro, eso ya son gajes del oficio.


Y eso fue todo. Así es como logro exprimir yo una noche de mierda y en la que no hay nada, pero absolutamente NADA destacable. Así es como lo hacemos, sacamos una noche mítica donde hay una gran boñiga reseca por el sol de Junio. Por eso me encantan los viernes, porque aunque las cosas jamás te salgan bien, siempre acabas haciendo algo inesperado. Romper con la rutina, lo llamaran algunos. Yo prefiero el término disfrutar de lo que pase, y que le jodan al plan establecido.


Desde un estado de drogadicción, XXX.