sábado, 11 de mayo de 2013

Resolviendo el Teorema (3): El señor multiusos.





Tras pedir un crédito a plazos (30 años, 40% de interés) y pagar a Pringles, me quedé bastante jodido. No sabía que hacer ni a quien acudir para librarme de Timmy. Y lo que era peor, mis amigos habían tomado mi casa por asalto y no me eran de ninguna ayuda. Pringles y Revoloteos se pasaron el resto del Sábado jugando a la Plesteichon y Majora se enfrascó en la ardua tarea de hacer collares de macarrones para el examen final que tendría en Junio. Me compadecí de él.

Yo, por mi parte, me planteaba distintas alternativas. No podía matar a Timmy. Si le disparaba, me podría meter en un buen lío. Pringles me explicó que, según las leyes de nuestro país, un agujero interdimensional puede ser legalmente co-propietario de una casa si el dueño original de esta le lanzaba cosas sin preguntar primero.

Los físicos tampoco tenían ninguna idea nueva. Majora seguía insistiendo en follarselo mientras que Revoloteos me alentaba a llamar a los Cazafantasmas.

A las 20:48 de la tarde, me puse a hacer la cena, que consistiría en hielo de la nevera y una pera (o eso me pareció que era) que había encontrado tirada en una esquina de la despensa. Mi dirigí a las escaleras del portal y me senté, con gran frustración. Odio compadecerme de mí mismo, pero en aquella ocasión no pude evitarlo.
Lo peor es que podía aprender a convivir con Timmy, y yo lo sabía. Dejaría mi cuarto y me trasladaría al salón, donde podría hacer vida normal. Tal vez tendría que dejar algunas de mis cosas al alcance de Timmy, pero merecería la pena con tal de no amargarme a mí mismo la existencia. Ni de amargársela a los demás, ya que cuando me siento triste u ofuscado tiendo a quejarme sistemáticamente cada dos minutos y me gusta hacer nudismo. Ni que decir tiene que no es una imagen agradable.

Asi que ahí estaba yo, en pelota picada, con las llaves colgándome de las pelotas (tengo un compartimento secreto que uso a veces a modo de bolsillo natural) y con mi plato de suculenta pera podrida y hielo con sabor a mostaza rancia, ya resignado a convivir a la fuerza con el puto agujero de gusano (le voy cambiando de nombre, lo sé) cuando por la ventana del portal, una luz cegadora iluminó el rellano.

Me tapé los ojos pero la luz traspasaba mi brazo. Era como en esas películas en las que una supermodelo enseña las ubres y todos los presentes se quedan observando con cara de violador en potencia. Todo se ilumina y... ¡bum! Se pasa a la siguiente escena antes de que la cámara haya dejado el plano en toda su plenitud.
Entonces es cuando tu, rabo en mano, te levantas y te cagas en la madre y los antepasados del director, el productor y el apuntador. Tiras las palomitas a la pantalla (no alcanzas porque estas en la puñetera última fila porque a tu abuelita, que tiene escoliosis y le duele el cuello, y se ha comprado unas gafas, que más que gafas son prismáticos, le ha dado por ir contigo y exige sentarse allí) y escalas la pared hasta encontrarte con el tipo que maneja el proyector y te lías a hostias con él.

No han vuelto a dejarme entrar en ese cine. Tienen una foto mía en la entrada, bien grande. Salgo con los pantalones bajados, con medio culo fuera, mordiéndole la frente al sr. Pérez. No me denunció porque mi abuela tuvo a bien rematar la faena y le atizó con el paraguas hasta dejarlo seco. Ahora está en la cárcel. Me salvó el culo, la verdad, y me tatué su nombre en agradecimiento. También le llevo bombones que usa como moneda de cambio para cigarrillos y algún que otro pincho "para rajar a la puta de la Jenny". Creo que saldrá en un par de meses, pero dice que lo mismo nos vemos pronto para "ajustar cuentas". ¿Que coño querrá decir? La pobre ya chochea...

¿Por dónde iba? Ah, sí. Pues eso, que me quedé en estado de shock, igual que los capullos de la película esa. Cuando el flash pasó, miré al cielo y lo ví. Iba ataviado con una capa color marrón y una camiseta fucsia. Llevaba un pañuelo en el cuello amarillo y unos pantalones vaqueros de color rojo. Todo jodidamente mal conjuntado. No es que yo sea un lumbreras en eso de la moda pero coño, eso dolía a la vista.

Era un tío enorme. Volaba a toda velocidad hacia mi edificio. La verdad es que me asusté, puede que incluso se me escapase hasta un rebuzno. Solté el plato y eché a correr escaleras arriba con la minga bamboleándome de un lado a otro. Me saqué las llaves del escroto y entré en mi casa. Cerré la puerta con un portazo. Me latía el corazón a cien por hora.

Mis colegas se acercaron a la puerta y me miraron con cara de susto.

-¡¿Se puede saber por qué coj...?!

¡¡¡BOOOOOOOOOOOOM!!!

Fue no la madre, la abuela de todas las hostias. El gilipollas de la capa de cargó el tabique de mi pared y se estrelló contra la que estaba enfrente, que se agrietó y se combó de manera excesívamente peligrosa. Por lo visto era un poco cegato o tenía una puntería de asquerosa, porque según nos contó despues el lo que trataba era de entrar por la ventana abierta, posarse en el suelo cual grácil mariposilla y poner su pose de presentación.

Pero en ese momento el pobre hombre estaba medio enterrado en una capa de yeso y madera astillada. Le sacamos como pudimos y Majora tuvo tiempo de cortarse, dislocarse el hombro y fingir que tenía pupa para escaquearse de levantar a la mole e irse a jugar con los LEGO (marca registrada).

Sentamos al tío este en el sofá. El pobre tenía una especie de conmoción cerebral, porque no dejaba de farfullar incoherencias y de señalar al cielo mientras babeaba. Le dimos un poco de leche y galletas y se tranquilizó bastante.

- ¿Te encuentras bien? - Preguntó Revoloteos - ¿Necesitas un poco de impulso para volver a volar? - Se rió de su propio chiste con efusividad perruna.
- Yo... buscar... Sediento... urgencia... brrhahduh - Respondió el desconocido con los ojos en blanco.

Me acerqué.

- Yo soy Sediento. ¿Que ocurre? ¿Quien eres y cómo sabes mi nombre?
- Tu... eres...
- ¿El elegido?
- Gilipollas... no
- ¿No soy gilipollas? ¿O no soy el elegido?

Pringles me atizó con el maletín y me berreó que guardase silencio.

- Tu... eres... el guardián... de la puerta de... el "sitio".
- ¿El guardián de la puerta? - Pregunté extrañado - ¿Te refieres a Timmy? En serio, ¿quien cojones eres?

El gilipollas de la capa me miró fijamente. Sus ojos rebosaban conocimiento y sabiduría. Una sabiduría tal que me sentí acobardado.

- Yo soy... - Tosió - Multiusos. Cargante Multiusos... un placer... conocerte...

Hizo una pausa dramática. La verdad es que le quedó de puta madre.

- ...Guardián de la Puerta de los Tópicos...

Se desmayó.













- Lo de la pausa era postureo - Mencionó Revoloteos de pasada. Majora le cortó una oreja con el cuchillo de cocina.

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