martes, 14 de mayo de 2013

Resolviendo el Teorema (4): A través del fregadero.





Volví de la compra con las bolsas atadas con cadenas a las manos. Es una costumbre que he cogido con la experiencia, pues siempre que me pasaba por el súper del barrio unos mozalbetes provistos de navajas me robaban el pan, el queso y el detergente para los calzoncillos. A partir del trigésimo robo y de enterarme de que me pusieron el mote de "Ofertón", opté por comprar unos candados de bicicleta y de tragarme la llave que posteriormente defecaba. Algunos pensareis que podrían arrancarme las bolsas de plástico de un tirón, desgarrando así un poquillo de carne y hacer de su hurto un episodio más dramático, pero estos jovenzuelos eran bastante corteses a pesar de todo. Me dijeron que estaban orgullosos de mi ingenio y que no volverían a robarme mientras siguiesen pudiendo partirse el culo de mí. No se a que se referían la verdad.

Llegué a mi casa, que desgraciadamente empezaba a convertirse en una colonia de inmigrantes antihigiénicos y tocacojones. Había cajas de pizza por el suelo, papel del culo usado colgado de la lámpara del salón (usado por delante, no por detrás, obviamente. Pringles odiaba que el cimbrel perdiese tras la micción) y basura en general por toda la casa. Menos el cuarto de Timmy, claro está. Ese estaba reluciente. Había contratado a una asistenta puertorriqueña que hacía las veces de amante y de ama de cría. Se llamaba Pepa. Pesaba unos 120 kg.

El cuarto de Timmy... odiaba llamarlo así, pero... ¿Qué remedio había? Las cosas por su nombre y la mujer a la cocina, decía mi abuelo Misógino (no es que fuera misógino, es que se llamaba Misógino).
El caso es que Timmy se lo montaba de puta madre y a mí me tocaba cuidar de dos físicos, un abogado, y un superhéroe con la pierna rota y conmoción cerebral aguda que por lo visto no podían valerse por si mismos.

La oreja de Revoloteos, por cierto, estaba en el territorio de Majora. La palabra "postureo" le había afectado más de lo que suponiamos y se había creado un fuerte con las latas de cerveza que Pringles consumía a una velocidad alarmante y con mis cortinas se había creado una túnica al más puro estilo Julio César. Con lo que le sobró se hizo una bandera y a voz de grito y con la cabeza de una de mis Barbies en la mano proclamó la independencia del Estado de Cruasán. No había manera de sacarle de allí. Lo peor es que Multiusos, el superhéroe, insistía en que era psicólogo y que Freud había aprendido de sus enseñanzas, por lo que intentó curar la enagenación en la que Majora estaba sumido.
Casi no sale con vida de Cruasán. Tuvimos que intercambiarlo por siete u ocho cajas de cerillas y setecientos denarios de la legión, la moneda local de su estado. Toda la puta noche con los rotuladores pintando hojas y recortándolas a medida...

Mientras ocurrían sabe Dios que cosas en el país imaginario de mi amigo, Revoloteos empeoraba por momentos. Tenía sangre de lagartija o al menos eso decía, porque le estaba empezando a crecer otra oreja. Lo malo es que era diminuta y apestaba a langosta, por lo que no queríamos acercarnos demasiado a él. Se ponía muy quisquilloso cuando se sentía solo y nos hacía comentarios hirientes y bastante racistas desde su posición en el sofá.

Eso nos dejaba a Pringles y a mí como únicos responsables de la salud de Multiusos. Tenía la pierna bastante jodida, pero sobre todo me preocupaba su estado mental. A diferencia de Majora, del que estábamos acostumbrados a ver sufriendo ataques psicóticos, el superhéroe insistía en ser una eminencia en el campo del Todo.
Claro, que a mí me importaba una mierda su sabiduría. Sólo quería saber por qué me había llamado "Elegido de los Tópicos" y la razón por la que me había ido a buscar. Así que cuando planté un pino y me desaté las bolsas de la compra, me senté frente a él en el sofá, dispuesto a sonsacarle de una vez por todas la verdad.

- Estoy hasta los huevos de verte gorronear mi comida y meterle mano a mi agaporni. Necesito respuestas y las necesito ahora. - Le espeté. Me agarré el paquete porque me sentía muy macho.

Multiusos me miró. Tenía un trozo de mi osito de peluche en la boca. Farfulló algo entre dientes y se levantó con la agilidad de una cebra preñada. Escupió el trozo de felpa.

- Ha llegado el momento, tienes razón. Tengo que acicalarme. Un segundo, caballeros.

Se dirigió al baño a la pata coja y bordeando Cruasán con cuidado. Del fuerte salían ruiditos simiescos.
Revoloteos se me acercó, dejando una nube de peste a marisco en el aire.

- ¿Seguro que podemos fiarnos de él? - Me susurró - Ya sé que puede volar y mi padre siempre dice que los animales más nobles son los que están en el aire y se abalanzan sobre la carroña cual mosca a la mierda pero...
- Porshupueshtoqu... eh. Pors... Sí queeee podemosh fiarnos diii EÑ - Rumió Pringles. Cuando su estado de embriaguez superaba el punto no retorno su oido se volvía más agudo que el de un pastor alemán, pero su locuacidad se veía ligeramente resentida. - Eshjkji unn ben pío, esth..teeee... pío.
- Aun así no deberíamos de dejarle tener tantas confianzas. No quiero tener a un individuo así en mi casa. O le interrogamos y nos dice como nos podemos librar de Timmy, o ya puede ir largándose de aquí - Terció Revoloteos.

Me indigné y me levanté de un salto.

- ¿Y que cojones te crees que estoy haciendo? ¿No eras tú el que te fuiste de juerga ayer con él? ¿Y que cojones es eso de "mi casa? ¡Es mía hostias! ¡Mía, y de nadie más!- Berreé manchando de saliva cualquier cosa que estuviese a menos de medio metro.

Revoloteos también brincó del sofá y se me encaró.

- Al menos yo no soy tan inútil cómo para dejar que un agujero cósmico me quite la mitad de la casa y no pague el alquiler.
- ¡Tú lo que eres es una jodida langost...!

Los gruñidos del fuerte se intensificaron y un puño se alzó amenazador sobre las latas de cerveza. Revoloteos y yo palidecimos, nos dimos la mano sonriéndonos de manera crispada y nos sentamos. A Majora no le gustaban los conflictos y preferíamos no entrar en guerra con Cruasán. Pringles empezó a roncar.

Estuvimos unas tres horas esperando a que Multiusos saliese del baño. Se escuchaba la voz de Multiusos cantando a viva voz "Eres tú" de Mecano y el ruido de la ducha de fondo. Cuando por fin salió, lo único que había cambiado en él era que ahora en vez de una capa llevaba una pajarita con unas ranitas sonrientes. Me planteé robársela mientras estuviese durmiendo.

- Señores, acompañenme. Tengo algo que enseñarles - Anunció

Despertamos a Pringles y, con un lazo, sacamos a Majora de su fuerte. Ninguna de las tareas nos resultó fácil. Ambos mordían, arañaban y juraban venganza. Me temí una futura alianza entre ambos, pero eso tendría que esperar. Les necesitaba sobrios y cuerdos. Como mi fuerza física es igual a menos uno, el pobre Revoloteos casi pierde la otra oreja. Por suerte el tajo al bies que soltó Majora al soltárseme le alcanzó en la ceja.

Mientras Pringles, ya recuperado de su terrible resaca (siempre que se despertaba tajado tenía una mala hostia increible, pero se recuperaba insultantemente deprisa), bañaba a Majora en agua helada para que recuperase la cordura, me reuní con Multiusos en la cocina.

- Mfffff... ffmffmm.
- Me cago en la leche... - Exhalé un hondo suspiro.

Le arranqué la pata de mi osito de la boca.

- Ahora. Habla.
- Debes de meterte por el Fregadero. - Me anunció con toda normalidad.
- ¿Que me meta por el fregadero? ¿De qué hablas? ¿Es que aca...?

Me tapó la boca con el dedo índice.

- Calla y escucha. Yo no puedo mostrarte nada. Ya bastante dije el día que te conocí. He venido a guiarte, pero las respuestas a tus preguntas sólo las puede resolver el Fregadero, y lo que hay más allá.

Por segunda vez desde que le conocia hubo algo en él que me sorprendió. De nuevo tenía esa mirada sabia y poderosa. Me infundió un renovado respeto.

- Pero... ¿Como me meto en el fregadero? Es imposible, no quepo.

Multiusos sonrió.

- Mira hacia aquí. - Me dijo.
- ¿Dónde?
- Mira. - Y me dio un puñetazo.

Ví las estrellas. No me lo esperaba y el hijo de perra éste tenía el brazo más grande que mi pierna. Me quedé grogui y lo único que me impidió caerme al suelo fueron mis años de entrenamiento con las Fuerzas Armadas (en realidad me choqué con la puerta y me quedé enganchado al pomo, pero esto no tiene porqué saberlo nadie).

Escuché unas risas a mi lado. Majora, Revoloteos y Pringles estaban tirados en el suelo, retorciéndose y pegando palmadas a diestro y siniestro a cualquier cosa que encontrasen.

- Menuda hostiaaaaa... - Decían de vez en cuando.

Dirigí mi mirada a Multiusos. Y una rabia asesina me llenó por dentro. Quería matar. Asesinar. Comerme un durüm. Lo que fuese. Me lancé hacia él con un maullido que sonó bastante homosexual, pero antes de alcanzarlo, él se apartó a gran velocidad. Choqué con la encimera y caí de cabeza al fregadero. Entonces fue cuando ví la verdad. No se como lo hice, pero funcionó. Descargué mi rabia sobre la pileta de aluminio. Levanté la cabeza y le propiné un sonoro cabezazo al grifo. Y el desagüe se ensanchó hasta que pude meterme por él.

Antes de que se cerrase, me dí la vuelta y ví a mis tres amigos señalándome con el dedo y con cara de sorprendidos. Multiusos levantó el pulgar, y todo se volvió negro.

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