martes, 21 de mayo de 2013

Resolviendo el teorema (5): Catarsis Isométrica.





Lo primero que sentí cuando terminé el horrible trayecto por el desagüe de mi propio fregadero fue hambre. Despues de todo, había llevado la compra y ni siquiera me había dado tiempo a preparar la comida. Bueno, no es que me hubiese faltado tiempo, la verdad, pero es que una vez me siento en mi sofá pierdo como mínimo unas dos o tres horas de mi vida por ley autoimpuesta. Es cómo cuando vas a cagar y te encuentras bajo la mesilla que está al lado del váter una revista de interiorismo. Pues la hojeas y te quedas con el culo pegado a la bacinilla durante media hora más, aunque corras el riesgo de que se te metan lombrices por el ano o el famoso cocodrilo de las tuberías te enganche por banda y te meta un meneo de tres pares de cojones.

Juro por Buda que lo del cocodrilo es cierto. A mí casi me pilla el muy cabrón. Una noche de juerga me había bebido hasta el agua de los floreros y volvía a casa con una cogorza de espanto. Lo peor es que llevaba a mi amigo Fresa colgado del brazo y no había manera de despegármelo de encima. El colega mide medio metro de altura (literalmente) y trabaja de culturista en un centro de relax. Por lo visto posa mientras los que reciben masajes con chocolate, mantequilla y esas mierdas modernas le observan y le tiran cacahuetes y/o boniatos (estos últimos por lo visto cuestan un plus en la tarifa) para que baile la polca rusa y palmee al ritmo de Mambo Number 5. Lo que más me jode es que después se lleva a las más atractivas señoritas a su habitación privada y se las cepilla de maneras muy poco ortodoxas para presumir después de ello. Un día de cañas me estuvo comentando todas las posiciones que había hecho con la señora Buttermayer, una antigua contorsionista del Cirque du Soleil que tendría por lo menos unos 70 años pero que palabras textuales suyas, lo mismo le daba la almeja que la oreja. Ni que decir tiene que las arcadas que me dan de recordarlo son curiosas.
El caso es que iba con fresa colgado brazo y tambaleándome cual irlandés por la calle tras una noche de copas y sexo baratos. Nos íbamos inclinando a la derecha y hacia la izquierda de manera aleatoria hasta que finalmente ocurrió lo más previsible: caimos por una alcantarilla abierta que algún joven y desaprensivo vándalo había destapado con una palanca/tope/dedo de hierro.

Chocamos contra el suelo y rodamos cuesta abajo rebozándonos de mierda hasta en el flequillo y nos paramos al llegar al típico hueco que tienen todos los sistemas de alcantarillado de las ciudades estadounidenses. Un gran pasadizo oscuro, irregular, húmedo y maloliente. De la leche que nos habíamos dado estábamos ya medio despiertos, a si que empezamos a caminar hacia delante tropezando de vez en cuando con unos hierros que sobresalían del suelo. Fresa se quejaba cada medio minuto y me exigía que le llevase a caballito para otear el horizonte en busca de alguna luz que nos indicase la salida. Para callarle le dí un Sugus (marca registrada) que tenía pegado al gayumbo y que de forma casual encontré durante mi inspección y rascada de huevos diaria. Se lo comió sin rechistar. No compartió, claro. Aun le guardo rencor por ello.
Estábamos cada vez más perdidos y más desorientados cuando de repente vimos un par de ojos amarillos y redondos brillar en la oscuridad, y un ruido grave y aterrador que nos puso la piel de gallina. Algo se acercaba, algo grande y pavoroso.
Salimos corriendo como alma que lleva al diablo, empujándonos entre nosotros para ver si el otro se caía y el bicho se lo comía dejándonos más tiempo para escapar. El cabroncete de Fresa, que por muy enano que sea corre que se las pela, mantenía mi ritmo y sus poderosos y rocosos brazos me golpeaban de vez en cuando en mis partes blandas haciendo que me encogiese y que mi aspecto al correr fuese el de una embarazada con parto prematuro. Sí seguía aguantando sin caer la verdad es que sólo era por puro cague. La adrenalina es lo que tiene, supongo.

El caso es que al fin vimos un resplandor cuando la bestia nos pisaba los talones. Aceleramos el ritmo, sin atrevernos a mirar atrás, y llegamos a la fuente de luz que nos aguardaba. Había dos grandes montículos a los lados del túnel, que se abría mostrando una gran estancia. Agarré del cinturón a Fresa y lo lancé encima de uno de ellos. Yo me dí un impulso con las manos y me puse a salvo justo en el momento en el que el monstruo pasaba a mi lado. Me alejé pegando grititos y moviendo las piernas de forma bastante poco viril hasta chocar contra la pared que estaba más alejada del hueco. Y escuché risas.

Resulta que no era una alcantarilla. Nos habíamos caido por una boca de metro, concretamente la boca de metro de Alonso Martínez. Habíamos rodado por las escaleras mecánicas mientras el guardia de seguridad nos perseguía al pensar que estábamos fingiendo enagenación mental para colarnos. Nos metimos en el túnel sin darnos cuenta y allí fue donde vimos a la bestia, que no era otra cosa que el tren del metro. Entre risas, le conté al policía nacional que nos esperaba fuera que nuestro episodio me recordaba mucho a una película del tío gabacho de Gotzilla, ese de la cara rara. Me llevé un porrazo en la cabeza y me esposaron. Fresa se salvó porque con el impulso que le había dado para saltar al andén había caido de cabeza en la papelera y la gente le confundía con una muñeca de Famosa de esas. Estaba inconsciente y sangraba, pero supongo que parecía ketchup.

Me llevaron a comisaría, me hicieron un test de drogas y resulta que dí positivo en MDMA, LSD, éter, marihuana, ketamina, metadona, crack, heroína, sales de baño, dixiprofikiladiosenifrina y azúcar glasé. Con razón me sentía un poco mareado. Me prohibieron el acceso al metro de Madrid durante 30 años y ahora tengo que ir en mi coche a todos lados. Lo malo es que mi coche es de esos que si sacas la mano por la ventanilla, gira, así que muy fiable no es. Cuando lo cojo es como jugar al GTA.

El caso, que me estoy yendo un poco por las ramas, cuando me estaban haciendo el tercer grado para ver si era un terrorista finlandés (hay un tal Bjor Vranjerkar que se parece mucho a mí) y justo antes de hacerme el tacto rectal correspondiente, pedí ir al baño a hacer un pis. Me lo concedieron y mientras me sacaba a Al Capone de los pantalones el agua del retrete se removió de manera sospechosa, y sin previo aviso un caimán de tamaño mediano apareció por el desagüe y trató de morderme la pilila. Joder, que berrido pegué. Debió de parecer que una burra estaba pariendo. Salí del baño con la picha al aire y tropezándome con los pantalones y me arrojé contra el primer madero que ví, resultó ser una hermosa joven, para contarle lo sucedido. Nadie me creyó, claro, y encima me tacharon de acosador sexual. Más cargos en mi expediente. A este paso me acabaré reuniendo con mi abuelita en la cárcel antes de los 28, que es cuando tengo yo puesto casi todo mi dinero en la apuesta.

Bueno, pues eso, que tenía hambre. Tenía los brazos tan pegados a los costados que no podía sacar los fitillos y el mono me empezaba a pasar factura. Es que claro, llevaba ya unas cuatro horas deslizándome y ya empezaba a estar hasta las narices.

Claro, que hubiese preferido que aquello durase todo el tiempo del mundo, pues al acabar el tunel salí disparado del tunel cual hombre bala y me pegué la gran hostia contra una pared. Creo que perdí la consciencia durante un rato.

Al abrir los ojos, observé que me encontraba en una estancia muy parecida a la que salía en la de Jarri Poter, la cámara secreta esa. A ver si todo esto iba a ser una especie de guiño a la novela y me iba a aparecer una serpiente de 14 metros con ganas de comer... ya nada me sorprendería, os lo aseguro.
Afortunadamente no recordaba que en el libro hubiese un puesto de información al principio del túnel (y a parte yo me había dejado la varita mágica en mi cuarto con Timmy) así que me dirigí a él con gran dolor de cabeza. Una vivaracha señorita me esperaba al otro lado de la ventanilla.

- Hola, buenas... ¿Sabría usted decirme dónde estoy? Y antes de nada... ¿No tendra una aspirina? - Le pregunté apoyándome en el mostrador.
- Buenas tardes, señor Sediento, le esperábamos. Aquí tiene su pastilla y aquí su palmada en el trasero - Respondío ella dándome un azote en el culo y riéndose de manera caballuna.

Estaba tan mareado que ni le dí importancia. Me tragué la pastilla y la chica me pasó un vaso de agua.

- ¡No se la beba toda! - Me interrumpió saltando el mostrador y arrancándome el vaso de la mano - ¡Mientras esté aquí, siga las instrucciones! - Me volvió a dar un cachete, esta vez en la cara. Y se volvió a reir.

"Esta tía está pirada" pensé. Miré el vaso de nuevo y ví que tenía una etiqueta pegada. "BASO PA LAS GARGARAS Y LOS EJPUTOS", se podía leer. Me encogí de hombros e hice lo que me indicaba.

La joven se puso muy tiesa, muy seria y muy formal, y me estrechó la mano.

- Ahora sí nos entendemos Sediento - Me dijo. Su voz de pito se había transformado y ya no daba dolor de cabeza - Mi nombre es Tequilas, seré tu guía hacia el interior de la Cámara de los Tópicos.

Que la chica pasase a tutearme me dió una clara idea de lo que tenía que hacer. Seguir las reglas. Me limité a inclinar la cabeza y con un gesto, le indiqué que fuera ella primero. Y nos dirigimos hacia el interior, en busca de respuestas, y quizás de más preguntas.










































Mientras tanto, en casa de Sediento...


- ¡RRRREVOLOTEOS, UN PAAASO AL FRRRRRENTE! - Berreó Pringles salpicando saliva con su acento alemán forzado y poco convincente.
- ¡Quieres dejar de hacer el gilipollas y pensar, chepudo! - Le gritó a su vez Revoloteos desde su posición al otro lado del sofá, que se había convertido en una barricada.
- Necesitamos un plan señores - Dijo Multiusos desde su posición en la mesilla del té - Cruasán tiene cada vez más reclutas y están a punto de invadirnos. Y yo no tengo nada nuevo que ponerme - Una lágrima se deslizó por su mejilla.
- Estamos jodidos, ya os lo dije. Teníamos que haber destruido su fuerte antes de que le diese otro ataque de enagenación - Se lamentó Revoloteos.
- ¡Tú lo que querías es ir a Zara Home a comprar tapetes para la mesa - Respondió Pringles - Yo propuse llevarlo a su casa y dejar que otros se encargasen del asunto.
- Tú siempre tienes que tener la razón en todo...
- Tú siempre tienes que tener la razón en todo lo que se refiere a tapetes... y yo los quería color fucsia...
- Y tú...
- Y tú...

Multiusos se alejó del sofá mientras los otros dos discutían y miró por la ventana. Su capacidad de volar se había desvanecido y no podía escapar de la casa sin pasar por Cruasán. Entonces le capturarían y sería el fin. Para ser el hombre que todo lo sabía, se sentía como un imbécil.

- Necesitamos ayuda... necesitamos un héroe... - Se lamentó - ¡Que hacemos ahora! ¡Estamos perdidos!
- ¿Alguien ha dicho... un héroe? - Dijo una voz a sus espaldas. Revoloteos y Pringles dejaron de discutir y miraron al pasillo, de donde había salido la voz. Cuatro siluetas recortaban la luz y se alzaban imponentes.

- ¡Gruñón! - Dijo la primera, poniéndose en posición de ataque
- ¡ET! - Dijo la segunda, haciendo lo propio
- ¡Fiestero!
- ¡Oscuro!

Saltaron dando volteretas al otro lado del sofá y se plantaron frente a los tres amigos de Sediento, que tenían cara de incredulidad.

- ¿Y estos payasos de donde coño salen? - Le susurró Revoloteos a sus compañeros.

Haciendo una formación bastante ridícula, los cuatro desconocidos gritaron a la vez.

- ¡Somos las Zarigüellas de Coja! ¡Cruasán debe caer!

Revoloteos, Multiusos y Pringles se miraron.

- Estamos jodidos de verdad.

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