jueves, 21 de marzo de 2013

Con erótico resultado.

-Breve (los cojones) introducción

Creo que ya va siendo hora de poneros en situación sobre la vida sexual del ser humano en general. Apretaos los cinturones y subiros la bragueta, guarros. Recordemos que si no pongo +18 en el título es que no van a haber ni relatos picantes, ni fotos subidas de tono, ni videos pornográficos orientados a individuos con claras preferencias zoofílicas, ni nada por el estilo.

Considero que esto es un blog bastante abierto. Con eso quiero decir que cualquiera que se sienta ofendido por mi lenguaje, tema propuesto y/o aberrante sistema de enumeración tiene mis disculpas por adelantado. Por otra parte, me gusta saber que puedo hablar de cualquier tema en concreto sin que mis personas mas allegadas se sientan incómodas o acaloradas, debido a que ya tenemos todos pelos en nuestros respectivos aparatos reproductores.


Os pongo en situación. El sexo, más comunmente conocido como "eso k eh???!!!11 xd" es lo que hacen algunas personas para tener hijos, pasar un buen rato o presumir con los amigos de que la tetona del quince (no confundir con de quince) ha caido por fin a base de insistencia y horas de gimnasio.
Hay que partir de la base de que toda relación sexual tiene, como mínimo, un 20% de base verídica y un 80% de base ficticia en el caso de los hombres. No hablaré del refrito de que en las mujeres es inverso, pues aunque creo que es falso y podría explayarme muy a gusto,  probablemente se me vaya la lengua más de la cuenta y corro el riesgo de reducir mis ya ínfimas posibilidades de reproducirme. Exacto, ya he asumido que el apellido familiar acaba conmigo.

Entonces partimos de esa premisa. El 80% del sexo que practicamos los hombres es falso. De ahí hacemos una nueva desambiguación, que nos deja otros dos nuevos porcentajes: el 50% del sexo falso es inexistente y el otro 50% del sexo falso es exagerado. Y podríamos seguir desmembrando.

Esto es debido a la escasa facilidad que tenemos la raza humana para estar cachondos dispuestos a consumar unos con otros. Unas veces simplemente no hay atractivo ni tensión sexual, otras veces se produce el "efecto Ñeh" (explicado más adelante), otras nos aferramos a un poder superior... pero al final todo se reduce a pura mogigatería.

¿Qué? ¡No! ¡No estoy insinuando que esto debería de ser la juerga padre ni la orgía constante! Ya hice campaña sobre ello y casi me echan del país. No. Lo que me refiero es que el pudor y la capacidad de elección nos produce un efecto rebote. Cuanto más ganas tenemos de darle al asunto, más se reducen nuestras posibilidades. Eso es malo, caballeros, muy malo. Nos lleva a un estado de desesperación tal que nos vemos obligados a producir en las mujeres el denominado efecto Ñeh.


- El efecto Ñeh.

Dícese de aquella reacción que producimos los hombres en una hembra a la que nos queremos, hablando en plata, apretar salvajemente. Este efecto se produce al estar excesivamente ávidos de contacto físico, hambrientos, furiosos, borrachos, cansados y/o aburridos. Algunos especímenes tienen tendencia a producir el Ñeh de forma constante y compulsiva, sin saber que este efecto puede llegar a producir adicción. Esto sólo puede acabar de una forma: El sujeto en cuestión va evolucionando. Se muestra cada vez más confiado por sus ínfimas conquistas, se evalentona, se vuelve arisco y huraño con todo macho que se acerque a su rebaño y empieza a invitar a toda mujer viviente a copas, patatas del McDonald's y Fantas. Sí, amigos. No os creais lo que os dijo la famosa película. El Ñeh viene a ser una fase anterior del denominado y penado con la muerte de las gónadas Pagafantismo.

- Como evitar el Ñeh.

Ha quedado claro los peligros del efecto. No debemos de caer en él, el debe de caer en nosotros, pues aunque no lo creais, las mujeres tambien nos pueden producir semejante reacción, aunque sea en menor medida.

La forma más frecuente de producir el Ñeh es a base de frases hechas. Nunca debemos de caer en este grandísimo error, pues pocos han logrado convencer a la señorita en cuestión, y si lo han hecho, es por mera suerte y labia posterior.

Recordad, una frase hecha:
No es original
  • No es divertida
  • No es sexy
  • No es ocurrente y simpática
  • No es arrebatadora
  • No os va a ayudar a casaros antes que el gilipollas de Ted Mosby
  • No tiene gancho
  • No sirve para romper el hielo
  • ¡Por el amor de Dios, no! ¡No sirve para hacer de autoestopista!
Pero es que a mí una vez me funcionó, nada. Puedes tirar de improvisación y ser simpático, pero jamás te ligarás a una mujer con frases del estilo "¡Qué golosa, que prodigio!" que el imbécil de tu colega te ha dicho que pongas en la red social de turno. Produce Ñehs a puntapala.


- ¿Es el Ñeh reversible?

No sólo lo es, pequeño amigo, sino que se considera un arma de doble filo. La primera impresión puede ser fatal, pero si consigues revertir la situación serás considerado un "Mh", o también llamado mojabragas (esta expresión la considero gloriosa ofensiva, por supuesto).

No hay sistema preestablecido para convertirse en un Mh. Unos optan por hacer ejercicio hasta acabar exhaustos, pasarse la vida en el gimnasio, abusar de los batidos y los ciclos (¿y lo de la cabeza?) y mirarse en un espejito cada dos por tres con deseos de autofollarse. Esto suele ser efectivo, por supuesto, pero dudo que la mayoría de estos especímenes sean capaces de pestañear y respirar al mismo tiempo sin cagarse encima. Otros optan por ejercitar la labia, ser graciosetes y dinámicos, ser atentos, considerados... ¿funciona? Pues depende. ¿Que de qué? Y yo que cojones sé, no soy un puto sexólogo.


-Conclusión.

Sé tu mismo, liga con quien quieras, no te inventes películas y serás feliz. Hay miles de maneras de convertirte en un follador vividor de campeonato, pero si lo consigues sin variar tu personalidad estarás el doble de satisfecho. Por muy gilipollas que seas, siempre habrá alguien que te aguante. Y si ni aun así, siempre te quedará la mano derecha. Si eres de los que experimentan cosas raras, invita a la izquierda a la fiesta. Os lo pasareis en grande.


Un saludo, xxx.


NOTA EXTRAOFICIAL: CONSIDERO QUE EN ESTE MUNDO VIVIRÍAMOS MÁS FELICES SI TODOS FUERAMOS EN PELOTAS.

martes, 12 de marzo de 2013

La senda del hombre gris.

Había una vez un hombre que se hacía pasar por lobo. Todos se reían de él, pues andaba a cuatro patas, gruñía mucho e intentaba robar ganado, ganándose de esta manera una buena cantidad de insultos y algún que otro puntapié.

Se hacía llamar Obol. Vivía en una cueva en la montaña que había cerca del pueblo, y todos los días bajaba al bosque a buscar alimento, agua y, si la suerte lo acompañaba, cerveza de barril que algún campesino descuidado había dejado sin vigilancia. No hablaba mucho, pues en su mente la idea de que era medio lobo le impedía pensar con claridad, pero de forma casual se reunía con un viejo ermitaño que vagaba por las praderas del sur. Lo consideraba su único y más preciado amigo.

Un buen día, Obol se lo encontró sentado en un tocón del bosque, practicando con un arpa de seis cuerdas.

- Buenos días, señor ermitaño - gruñó a forma de saludo Obol.
- Buenos días Obol - respondio cortesmente el ermitaño, mientras sus dedos trazaban suaves formas con el arpa. La música resaltaba claramente con el silencio del bosque, dándole un aspecto más misterioso de lo habitual.
- Hoy no he encontrado agua - se lamentó el Obol, pues siempre que se encontraban compartían la bebida - y no puedo ayudarle a refrescarse.
- No es preciso que me convides hoy, amigo mío - respondió el ermitaño con una sonrisa.
- Tampoco he traido comida. Debe de estar pasando hambre - Obol estaba realmente apenado.
- Cené bayas hace tres lunas, jovencito. Estoy realmente lleno.
- Tampoco tengo ninguna historia nueva que contarle - Obol estaba al borde de las lágrimas. Siempre acostumbraba a maravillar al anciano con alguna aventura nueva.
- Mi entristecido compañero, nada de eso es necesario hoy. Todo lo que necesito lo tengo aquí.
Y señaló una pequeña bolsa cerrada que había a sus pies.

A Obol le entró la curiosidad. No todos los días se producían encuentros con el ermitaño y era la primera vez que este llevaba un saco consigo.

-¿Qué es? - preguntó.
- Un saco - respondió el ermitaño con una amplia sonrisa.
Obol esbozó una mueca irritada
- Eso ya lo sé, pero... ¿que contiene?
- Contiene muchas cosas.
Obol se irritó mas aun.
- ¿Y qué cosas en concreto?
- Una escalera a ningún sitio, un dado de marfil que señala al norte, un mapa del sendero del hombre gris, una manta que solo cubre los pies...
- ¿Un mapa del sendero del hombre gris? - interrumpió Obol de pronto - ¿Podría prestármelo?

El ermitaño dudó. Pensaba utilizarlo para el día de su octogésimo cumpleaños, pues se decía que si cruzabas la senda del hombre gris el mismo día de tu nacimiento, un ciervo blanco te regalaría un nuevo par de zapatos, y los suyos ya estaban muy gastados.

- ¿Para que quieres ir a ver al hombre gris? Ya sabes que no acepta visitas sin motivo. Debes de tener una razón.
- Quiero que me ayude a ser un lobo de verdad. - dijo Obol - La gente se asusta de mí o se ríe de mí, y eso no me gusta. Quiero que todos me teman, o todos me tomen por un loco, pero no ambas cosas.

- Eso es una buena razón - reflexionó el anciano ermitaño, dejando de tocar el arpa e inclinándose hacia el saco - pero si vas a ver al hombre gris, recuerda que la senda solo aparecerá en tu imaginación. En el momento que creas que no existe, desaparecerá, y con ella el mapa.

Obol recogió el arrugado papel que le tendía el ermitaño y le dio las gracias efusivamente. Este le vio partir y se preocupó mucho por él. Le había cogido cariño y no deseaba que le ocurriese nada malo. Con un agudo silbido, que solo un tipo de pájaro puede escuchar, llamó a la torcaz dorada.

- ¿Qué necesitas? - preguntó la torcaz en la antigua lengua de las aves.
- Quiero que vigiles a Obol para que no le ocurra nada malo. Va en camino de encontrarse con el hombre gris y estoy realmente preocupado por su seguridad - explicó el ermitaño.

La torcaz dorada, cuyo nombre era Adarod Zacrot, asintió con la cabeza y voló en pos de Obol.

El ermitaño guardó el arpa en su saco sin fondo y se dirigió de nuevo a las praderas. Había sido un día bastante productivo.

lunes, 11 de marzo de 2013

Antes se me veía la cara.

Se han dicho muchas cosas de mi barba. Supongo que es normal, después de todo, ya que no conozco a nadie que pase de tener la cara como el culo de un bebé a parecer un jodido furby sin levantar admiración, asco, sospechas sobre sexualidad ambigua y/o risa descontrolada por lo tremendamente ridículo que puede parecer.

Yo entiendo que la empleada del Starbucks de marras se sienta intimidada por el individuo que lleva en la cara lo que parece ser una mezcla de pelo púbico y bigotes de ardilla, cuya longitud es inversamente proporcional al lado por el que la mires. Tambien entiendo que no sea fácil identificar su color, pues dependiendo del día que haga y de la luz que me ilumine, varía totalmente con un efecto camaleónico que haría que el más avezado cazador se sintiese ridículo y desconcertado.

Pero joder, que no me voy a afeitar. Llevo desde los quince años arrastrando el trauma del pobre imbécil imberbe y aunque aun no me he repuesto del susto que supuso encontrar un pelo en mi pecho el mes pasado, soy un ser de principios. Y no voy a capitular, esta vez no.

Generalmente me suelo arreglar la barba. Un recorte por allí, el bigote fuera, subimos al entrecejo (no vaya a ser que algun día me deje ciego del todo) y bajamos a las mejillas cuidadosamente. Ese momento crucial que todos los hombres tenemos al acercar la maquinilla eléctrica es mi gran suplicio. Me pego un corte de cojones por el lado derecho, voy a igualar el izquierdo y resulta que la simetría me abandona una vez más.
Y empiezan las rebajas del Corte Inglés. Por mucho que me igualo no se por donde coño empieza el pelo largo y por donde termina el corto. Total, que al final graduo al dos y a tomar por saco. Y lo peor de todo es que cada tres días tengo que repetir la operación, pues la muy jodida se toma la molestia de salir más por un lado que por otro, dándome el aspecto de Bud Spencer por un lado y de Brad Pitt (postureo) por otro.

Despues está el tema "atractivo". Dicen los de Gillette que ellas nos prefieren bien afeitados y que incluso les da morbo vernos lidiar con el espejo cada mañana. Se pueden meter sus teorías por donde les quepa. La barba ayuda a mantener el enigma, a dar rienda suelta a la imaginación de aquellas que aun no se esperan el desastre que se esconde en tu verdadero rostro. ¿Quien sabe que misterios esconderán tan tupidas mejillas? ¿Que es lo que oculta? ¿Caramelos? ¿Heces? ¿Un regalo de cumpleaños?

Amigos míos, recordad bien lo que os voy a decir. Las barbas están infravaloradas, pues aunque tres de cada cuatro las llevemos (esto me lo acabo de inventar) nadie las valora como se merecen. He escuchado odas a las ninfas, sonetos a las flores, baladas a las calles de una ciudad, elegías a la cerveza, oraciones a nuestros santos y minués a la Coca-Cola. Pero jamás nadie ha defendido con pasión, ni hablado con sentimiento de una barba perfectamente formada.

¿Y todo esto a que viene? No lo sé, la verdad. Yo he venido aquí a hablar de mi libro, diría Francisco Umbral. Pero me he emocionado mirándome al espejo cuando iba a lavarme los dientes y me ha llegado el flash de inspiración bendita que tan raramente me llega. En el fondo es una gilipollez, claro...

Despues subiré una entrada más seria. Pero no prometo nada. Si puedo elegir, elijo un interludio. Es más rápido, complejo y no tengo que hacer nada más que un copia-pega. Así soy yo, un barbudo imberbe vago y sin sentido de la propiedad estética.

De nuevo en sus hogares, XXX.

jueves, 7 de marzo de 2013

La del dedet.

¿Que se puede decir de los viernes que no se haya dicho ya? Son sin duda el peor día de la semana.

¡Como que el peor día de la semana, señor XXX, si es cuando acabamos las clases/trabajo/servicios sociales! ¡Nos acicalamos y salimos a quemar las calles, o nos quedamos disfrutando de una buena siesta en el sofa!

Callaos, coño. Qué sabreis vosotros de la vida. El viernes está maldito, y eso es innegable. Cualquier cosa que pretendas hacer se va a distorsionar, tenlo por seguro. Si quieres descansar, saldrás hasta la muerte. Si quieres salir y bailar hasta el amanecer, no encontrarás plan y entrarás en depresión absoluta. No hay futuro, ni presente, ni pasado en un viernes maldito.

Os tengo que poner en situación. Era un día soleado y frío de principios de Marzo. Me levanté como cada mañana para ir al trabajo, con una sonrisa en la cara y una canción en el corazón (aunque a mí no me ascendieron) y me dispuse a pasar las siguientes 6 horas en una espiral de cansancio y responsabilidad. Se me pasaron volando, como siempre.
Al salir, me dí cuenta de que tenía dos días para estar languideciendo en casa y no hacer absolutamente nada productivo. Mientras volvía a casa, me relamía pensando en mi plan de fin de semana, que consistiría en quedarme en el sofá en gayumbos, con una mano en el mando de la Play y la otra en los huevos, disfrutando de la soledad de mi hogar y alimentándome basicamente de luz, agua (previamente depositada en una botella) y patatas Risi (marca registrada). Lo de mear sería un problema, pero tengo mis triquiñuelas para salir al paso.

El caso es que la historia comienza cuando un par de amigos me instaron a salir de mi madriguera y conocer la vida nocturna de los suburbios de Madrid. Me pidieron anonimato, por lo que a partir de ahora serán conocidos como Sr. Pringles y Sr. Revoloteo. 

Este par de pintorescos caballeros y yo somos los autoproclamados Tres mosqueteros, que compensamos nuestra falta de originalidad con noches que empiezan mal, continuan mal y acaban peor. ¿Que por que nos gustan tanto? Porque siempre hay algo que contar. Tenemos cientos de aventuras a nuestras espaldas y, aunque parezca mentira, los años no pesan cuando nos reunimos. En algunas de las historias faltamos alguno, como en la célebre búsqueda de Las Luisas, pero teniendo sustitutos como el Sr. Gruñón, el Sr. Moreno, el Sr. Cargante, el Sr. Majora... cualquier noche se puede tornar épica.

El caso, que me liaron para salir. Y como viene a ser habitual, el Sr. Fresa se nos unió a nuestra noche improvisada.

El plan pintaba bien. 10 amigas sevillanas para los solteros y 2 botellas de wishky para los casados. Por supuesto, el lugar de reunión era mi célebre batcueva, debido a la ausencia de seres humanos tanto en el piso de arriba como en el de abajo. Música de fondo, copazos, risas... lo típico, 6 jóvenes divirtiéndose.

A eso de las 01:30 empezamos a recoger vasos, botellas vacías y la cubitera de 2 litros que habíamos usado a modo de cubata y nos dispusimos a salir. Nuestro objetivo era un local pijo, pero pijo de cojones. Ahí fue cuando empezamos a vislumbrar nubes en el horizonte. No es que no nos fueran a dejar pasar, es que diréctamente nos iban a azuzar con un palo si nos veían vestidos de semejante guisa. Pero rendirse antes de empezar es de cobardes, a si que ala, nos vamos.

El Sr. Fresa y otros dos del célebre grupo conocido como Borrachos, cogieron el coche, y se dirigieron sin más tardanza hacia el centro de Madrid. Los tres restantes nos fuimos hacia el autobús como chicos responsables.

A partir de aquí, la noche se volvió turbia. Tengo flashes de memoria, pero creo que puedo hacer un croquis de los hechos acaecidos, empezando por el principio:

- Salto de la mediana con doble pirueta y caida de cabeza en estilo libre. El Sr. Pringles creyó convenente atravesar la puta carretera en vez de pasar por el subterráneo, ya que, según él, le daba miedo. Joder, casi se nos abre la crisma. Mientras que el Sr. Revoloteos y yo pasamos sin peligro, con precaución y saltando la mediana de un metro con agilidad, el capullo este se tambaleó y, al grito de "soy una gaviota", realizó el salto del siglo. Resultado: abrazo a la mediana y caida de costado incipiente. Eso si, la sonrisa y el cubata intactos. Maravilloso.

- Interludio: ¿Por qué cojones hemos bajado?. Y aun ni recuerdo la razón. El L10 nos dejaba en Gregorio Marañón, nuestro objetivo principal, y en un momento nos encontramos por Tribunal haciendo eses y preguntándonos por el sentido de la vida y sobre la estrechez de una vegiga al estar moña. Ante la duda, me inclino a pensar que fuí yo el instigador. Total, que volvimos al autobús. Ridículo.

- Si no se puede en el cielo, probemos en el infierno. A pesar de todos sus esfuerzos, el comando Borrachos no pudo entrar en el garito pijo de marras. Recordemos que se habían ido en coche. Pues nada, a probar en otro sitio. Nos reunimos con ellos en la entrada del siguiente local, con tan buena fortuna que pudimos colarnos y colocarnos muy cerca de los gorilas. Al final, de 10 sevillanas nada, como siempre. El Sr. Fresa debería de aprender a contar (claro, que a mi la verdad es que me es indiferente, por supuesto).
Pero claro, la noche era turbia, y los astros se habían alineado para darnos bien por detrás, a si que la entrada no era permitida para menores de 23 años. Dilema. Ni al Sr. Pringles ni a uno de los Borrachos les iban a dejar pasar. Así que huimos de la fila como alma que lleva al diablo, pues aunque el Sr. Fresa y dos amigas suyas iban a pasar, a mi pagar 15 euros y no estar todos juntos me duele en el bolsillo. Por lo tanto, los que entraron al local y los que no quedamos a las 06:00, ya que nosotros encontramos nuestro siguiente objetivo: Casavieja.

- Quien tenga rabo que se lo proteja. Antro absoluto. Entramos porque era gratis y porque el nombre nos traía recuerdos de nuestra infancia, pero, como siempre, si es gratis, algo malo tiene.
Pues en el fondo me gustó. Copas caras y de garrafón, música popera guarra y sin sustancia, pequeño y claustrofóbico, baño inundado de vómito, orín y sudor... el paraiso. Unos bailoteos, unas escapadas fuera a por el cigarrito de rigor, unos vaciles a la pobre imbécil cuya amiga ha dejado sola... en fin, lo clásico de una noche peligrosa. Llegaron las 05:30 y cerraron, con un final épico de "Un beso y una flor" de Nino Bravo. Lamentable el vídeo.

- La del dedet. A partir de aquí, ya no recuerdo prácticamente nada. Sé que estuve a punto de morir por culpa de un ataque de risa, provocado por uno de los célebres discursos hitlerianos del Sr. Pringles. No es la primera vez que me había pasado, pues recuerdo una infame noche de verano en la que me arrastraba por el suelo con la voz del cabronazo este persiguiéndome y retumbando en mi cabeza. Aun me da la flojera cuando lo recuerdo.
El Sr. Revoloteos, cuya risa perruna es adorable, no ayudaba en absoluto. En vez de pararle, le instigaba refutando la ya célebre teoría del dedete.
Esta maravillosa teoría consiste en dos fases: ¿Que te vas? ¡Pues te atraigo!. No pienso extenderme más, que cada uno saque sus propias conclusiones. Esto es un blog muy fino y no me sale de los cojones ponerme ahora a soltar burradas.
El caso es que me dio tal ataque de risa que acabé acurrucado en un árbol suplicando clemencia. No la hubo. El Sr. Pringles seguía, orgulloso, con el dedo alzado y con una postura tan autoritaria que habría sacado los colores al mismísimo Fhürer, mientras que el Sr. Revoloteos refutaba sus argumentos con insultos, descalificaciones y pasos de baile al más puro estilo David Bisbal (aclaro que el Sr. Revoloteos es corista suyo, para el que no lo sepa).

- Volviendo a casa. No recuerdo casi nada más. Mi mente había asimilado demasiadas imágenes grotescas esa noche y supongo que necesitaba desconectar. Me pasé de parada, claro, y me tocó ir a pata por un camino oscuro y asqueroso. Me podrían haber dejado en gayumbos sin enterarme, pero logré llegar a casa. De una pieza. La calle de los gitanos se me antojó eterna, ya que es curva y jamás se vé el final hasta que estás en él. Pero claro, eso ya son gajes del oficio.


Y eso fue todo. Así es como logro exprimir yo una noche de mierda y en la que no hay nada, pero absolutamente NADA destacable. Así es como lo hacemos, sacamos una noche mítica donde hay una gran boñiga reseca por el sol de Junio. Por eso me encantan los viernes, porque aunque las cosas jamás te salgan bien, siempre acabas haciendo algo inesperado. Romper con la rutina, lo llamaran algunos. Yo prefiero el término disfrutar de lo que pase, y que le jodan al plan establecido.


Desde un estado de drogadicción, XXX.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Crudeza.

-Todavía nos queda tiempo- Le dije mirándole a los ojos – No hay nada perdido aun.

-De verdad lo crees... eres ridículo- Me respondió.

-¡¿Entonces que cojones hacemos?! - Grité con furia - ¿Nos quedamos aquí languideciendo y esperando a que un milagro nos salve? ¿O luchamos por última vez?

-Me la suda todo ya, tienes que entenderlo.

-No, no te la suda todo – corté – Es que eres un jodido cobarde. Y siempre lo has demostrado.

Se levantó de un salto y me agarró del cuello de mi maltrecha camisa.

-¿Cobarde? ¡¿Cobarde?! - Sus ojos relucían con furia y su cara era una mueca rabiosa – Te he salvado el cuello tantas veces que apenas soy capaz de recordarlo. ¿Tu me llamas cobarde? Estamos así por culpa de esa puta, de esa puta de la que tu te enamoraste y a la que no te atreviste de rajar cuando debiste hacerlo... ¡No vuelvas a llamarme cobarde!

Me solté de un manotazo y me lancé sobre él, tirándole al suelo y apoyando el cañón de mi pistola sobre su sién.

-¡No vuelvas a llamarle puta! - Grité con rabia - ¡O te reventaré la cabeza! ¡Y esta vez te juro por lo mas sagrado que lo haré!

-No te atreverás. - dijo. Se había quedado tieso al sentir el cañón apoyado en su cabeza. En su rostro no se asomaba el miedo, pero yo sabía que lo tenía. Era la primera vez que había logrado sorprenderlo – En el fondo eres un mierdas. Y has tenido los huevazos de llamarme cobarde... ¡Tú! ¡El pedazo de capullo del instituto...

-Te lo advierto...

-...que se enamoró de una put...!

Apreté el gatillo.