lunes, 29 de julio de 2013

Selivesa, un eulo.

Es una época controvertida. Por una parte, disfrutas de las mieles del éxito de la temporada pasada. Por otra parte, por las noches temes dormir con las orejas destapadas por culpa del mosquito porculero de turno que amenaza tu sistema auditivo con su interminable y (supuestamente) seductor zumbido.

Vas por la calle asfixiándote de calor, vestido con bermudas, chanclas y camiseta de tirantes, con tus sobacos tan húmedos que el más mínimo movimiento de brazos hacia atrás o hacia adelante producen el conocido "efecto aspersor" sobre los transeuntes que pueblan la calle. 
Eso sí, tus gafas de sol telescópicas te permiten observar a las féminas que, haciendo ala de un aplomo y unas ansias de enseñar muslo acojonantes, deciden que vestidas con una servilleta van más que sobradas para sacar a pasear al perro. No nos quejamos, señoras. 

Es una estación de contrastes. Las juergas se multiplican hasta altas horas de la noche en la calle. No hace falta entrar a agobiarte a ningún local, eres autosuficiente con un gorrito del Coco Loco y un cubalibre de Larios en la mano. Pero por otra parte, la cantidad de críos/pasados/gilipollas por metro cuadrado se multiplica por 100, produciéndote una sensación de malestar y de estreñimiento crónico.
Pero no se limita a las juergas el contraste, ni tampoco al sexo, la drogadicción, el calor o el ácido nítrico. El ambiente veraniego va mucho más allá. Nos impide ser nosotros mismos y nos convierte en seres vagos, incultos, con frente plana y un exceso de personalidad y sentido del humor que haría que el mismísimo Adolf se revolviese en su tumba y convocase una horda de Zombies Nazis (se han hecho varias películas sobre este fenómeno. Es REAL) que nos intentasen dar matarile con sus bayonetas oxidadas y sus dientes afilados debido al desgaste de la putrefacción bajo la tierra. Eso sí, el parche de las SS reluciente en su sitio. Dadme una cámara y os consigo un Oscar, hijos de puta.

El verano, os diré, es una mierda. Pero tiene sus ventajas. Demasiadas ventajas como para poder criticarlo como a mí me gusta (lo que viene a ser en estado pojarcor). Por lo tanto, no tengo más remedio que ceder a la opinión pública de que esta época del año nos viene bien a todos. Los seres de secano (usease, mesetarios) y los seres de playa (usease, el resto) se unen por primera y última vez en el año para disfrutar de las delicias de la playa de Madrid (usease, Gandía) y encontrar el Nirvana a base de drogas duras, blandas y de diversos tamaños y colores.
Nos convertimos en una etnia multicultural, repartida en diversas zonas. Los germanos conquistan Mallorca, los anglosajones Benidorm, los neerlandeses Salou, los gabachos Andalucía, los asiáticos Madrid y los catalanes Catalunya. 

En definitiva, y con esto ya acabo (es verano, llevo sin actualizar entrada casi un mes y estoy vago), que lo mejor que tiene el verano es que lo odies o lo ames no deja indiferente a nadie. Bueno, excepto al chino de Tribunal que te vende las selivesas a un eulo. Y en Yonkilata. Menudo chollazo. El cabroncete no cambiará la cara de pasmao que tiene, pero sabe hacer negocios. Normal que nos estén conquistando.

Pasad unas infelices vacaciones. XXX

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