domingo, 17 de febrero de 2013

Noches, noches, noches.

Los domingos son los días más jodidos de la semana. Esto se debe obviamente a que, para muchos, se considera el día antes de volver a la rutina. Nos evadimos los viernes, quemamos el cuerpo el sábado, nos deprimimos el día del Señor. Pero teniendo en cuenta que hoy me he levantado hace apenas dos horas con una resaca considerable y con un mal cuerpo que te cagas no puedo evitar hacer una defensa en zona de lo que significa para mí este día tan señalado y odiado.

Es cierto, no nos gusta madrugar. Pero tampoco nos gusta levantarnos tarde, o al menos, no demasiado tarde. Da la impresión de que se pierde el día, de que los pocos minutos que nos quedan de libertad condicional se acaban y empiezan a pasar a una velocidad vertiginosa. Mañana volvemos al trabajo/universidad/guardería y eso quema mucho.

Aun así, romperé una lanza a favor de MIS Domingos: Me levanto, me tomo un cola-cao bien frío que disipa mi malestar y me encuentro pensando en que he hecho durante la semana y en que estado se encuentra mi carrera social, cultural y profesional. Hago balance, y siempre acabo con una sonrisa en la cara y una canción en el corazón (asciéndalo).

Hoy, sin ir más lejos, he tenido una revelación de los hechos acaecidos ayer. El conde de la Tablas, alias Yorya, lo llamaría momento Allbran mientras su pintoresco rostro esbozaría una sonrisa de satisfacción y deseo sexual. En varias ocasiones me he visto en situaciones más subrealistas que esta, pero ayer este personaje y yo, seguidos por la Arpía, creamos el que a partir de ahora se denominará efecto PASTOREO (patente en trámite).

Un grupo de hermosas jovencitas, capitaneadas por la que llamaremos Líder (por líder) nos intentaron convencer para entrar en un local extraño y con pinta sumamente siniestra. Obviamente, nosotros nos intentamos negar, hasta el punto de finalmente conseguirlo. Les preguntamos, si por ventura, aquestas bellas jovenzuelas eran parte de un meticuloso sistema de márketing piramidal por el que nosotros entrábamos, pagábamos y ellas hacían la bomba de humo (literalmente hablando). Pero no, resultaba que las chavalas en cuestión no eran ni relaciones, ni camareras, ni nada.

Eso me hizo pensar seriamente. En primer lugar, temí por mis riñones. No es normal que un grupo de diez chicas aborde a tres tíos medio tajas por la calle sin tener, como mínimo, unas intenciones un tanto siniestras. Ese local como mínimo tendría una habitación del dolor en la que las fans de 50 sombras de Gay usaban su pervesa imaginación para hacer de la noche un momento memorable en sus/nuestras/vuestras vidas.
En segundo lugar, ya me planteé la treta de la avestruz. Pegas un picotazo, y la cabeza al suelo. No tiene ningún sentido, pero por lo visto nos funcionó, porque logramos que susodichas mozas nos hiciesen compañía mientras pensábamos que hacer. Y, contra todo pronóstico, nos mantuvimos firmes. El señor Yorya convenció a Líder de movilizar al rebaño hacia un local en la que nuestros órganos no estuviesen en serio peligro. Y lo logró, no sin antes despedirse de manera presurosa y sudorosa y dejarnos a la Arpía y a mí con el papelón de conducir a las chicas al sitio de marras (de cuyo nombre no me acuerdo, por cierto).

De ahí surgió el célebre PASTOREO. Bajamos huertas, con nuestros cayados, y el grupo de niñas nos siguió fielmente pero con muchas reticencias. "Entremos aquí" dijo una. "Esta muy lejos, vámonos a otro lado" dijo otra. "Que coño hacemos siguiendo a este par de imbéciles" pensaron todas. La verdad es que no fuimos lo que se dice demasiado simpáticos, ni pacientes, ni nada en absoluto.

En fin, que llegamos al sitio y nos metimos dentro. Un copazo, unos bailes y pa casa. Una anécdota más en una noche de mierda que se tornó bastante interesante, aunque sólo fuese por el escaso nivel de alcohol en sangre que llevaba y porque encontramos sitio en la infame Risueña, el local más lleno y con más mujeres atractivas/metro cuadrado de Madrid.

Con esto acabo. XXX

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