sábado, 9 de mayo de 2015

El señor de los Orines.

Aviso al consumidor. Me encuentro bajo la influencia de el alcohol y sustancias psicotrópicas.

Era una noche cálida de primavera. El sr. Gruñón y yo nos encontrábamos en el autobús número 65 de camino a la célebre zona de cañeo y tratado de blancas conocido como la Latina. Nos encontrábamos en un estado de bienestar pleno que sólo se alcanza con la plenitud sexual y los antibióticos caducados que nos habíamos metido entre pecho y espalda antes de salir de casa.

- Estoy MUY EMOCIONADO. - Decía el sr. Gruñón aumentando y disminuyendo su volumen de voz sin control debido a los psicofármacos - Es mi ULTIma juerGA ANTES DE estudiAR a SACO.

Las ancianas del autobús nos miraban y meneaban la cabeza con clara decepción post-generacional.

- Brghsss - Respondí.

La verdad es que hacía mucho tiempo que no salíamos a tope. Y si tengo que ceñirme a la realidad, aquel día no teníamos las expectativas de corrernos una buena juerga. A priori seríamos el sr. Gruñón, el sr. Cheetos y un servidor (el sr. Revirgen). Tal vez se nos uniesen otros después, pero lo dudábamos. No podíamos ilusionarnos porque en otras ocasiones la noche pintaba extremadamente bien y acabábamos en un prostíbulo de shemales viendo manubrios de tamaño bastante anormal.

Antes de comenzar la historia, he de aclarar que mi situación era bastante delicada en ese momento. Había pasado de ser el poderoso e inquebrantable sr. Sediento a un ser que cada vez que bebía se convertía en un monstruo. Y no un monstruo cualquiera. Un monstruo lleno de ira, impetuoso. Mi cerebro se desactivaba y mi cuerpo se movía al son de un maquiavélico titiritero, obligándome a hacer cosas terroríficas y espeluznantes (que no voy a mencionar en un blog tan sofisticado).


El sr. Gruñón y yo bajamos del autobús y llegamos a la parada de la Latina. Mientras esperábamos al sr. Cheetos mirábamos las nalgas de las muchachas que por allí pasaban y nos preguntábamos la razón de la existencia de los leggins. ¿Tal vez un invento para controlar el mundo? ¿O simplemente para ponernos el asunto como la manga de un abrigo? A lo lejos se vislumbraba la figura del sr. Cheetos, que venía meneando sus caderas con un ritmo bastante sabrosón.
Yo, que conozco a este imbécil como si lo hubiese parido, sabía lo que significaba esto: hoy se liaba. Lo vi en sus ojos inyectados en sangre (probablemente por sus excesos con la cocaína y el formol) y en sus sonrisa macabra.

Nos pusimos en marcha hacia un garito un tanto peculiar. Era una tasca de viejos, muy típica de la zona. En ella nos pedimos 3 botellines con su correspondiente tapa, que resultó ser unas porciones de queso rancio y mohoso que engullí con voracidad.
Cuando ya llevábamos unas cuentas cervezas y el sr. Gruñón empezaba a balbucear sobre sus sentimientos encontrados con la pornografía homosexual, recibí un mensaje del sr. ET: él, el sr. Fiesta y el sr. Oscuro estaban de camino hacia la Latina y querían unirse a nuestro grupo. No podían haber llamado en mejor momento, pues habíamos agotado las reservas de cerveza del bar y queríamos movernos.

Nos reunimos con ellos en otro bar de viejos, este más cerca de la zona de juerga, en el que nos sirvieron más birra y unos palitos de pescado caducados y salidos de las entrañas de la típica cocinera de colegio que habría engullido con voracidad si el sr. Oscuro no se me hubiese adelantado. Lo mismo pasó con las croquetas y con las patatas con cabrales. Menos mal que estaba de dieta, si no se me come hasta el brazo.
Las conversaciones, al principio exaltadas y a voz en grito, fueron decayendo poco a poco. Estábamos en ese punto de no retorno en el que:

a- Te pides una copa.
b- Te vas a casa a masturbarte.
c- Triglicéridos.

Y no les veía por la labor. Al sr. Cheetos el subidón por las drogas le había disminuido bastante y el sr. ET, en uno de sus habituales momentos de regla masculina, dijo que se iba pronto a casa.
En esas estábamos, poniendo en duda la presencia de testículos en nuestro amigo cuando mi móvil sonó. Lo descolgué con un movimiento bastante femenino.

- ¿Aló?
- ¡¡IEEEEEEEEEEEHAPIYFVCDSIDYVQAUGcalcvb!!

El berrido del sr. Pollofrito me traspasó el tímpano como un disparo. Estuve tirado en el suelo durante un rato medio aturdido, con la voz del gilipollas este retumbando por mi cabeza ausente de masa encefálica. Cuando recuperé el oido y la compostura, me llevé el teléfono a la oreja.

- ... y va la muy hija puta y me pegó el testículo derecho al paredón con superglue. Te juro que la sensación de ir despegándote los pelos de los huevos uno a uno es lo que más berraco me ha puesto desde que sacaron el último anuncio de Nivea.

- ¿El de la abuela con varices?

- Sí, ese.

- Bueno, que estamos en la Latina. Vente que nos vamos a pegar un fiestón.

- Cojonudo, recojo el armario del dolor y voy, que he tenido sesión de tarde con una...

Colgué y me reuní con mis colegas para darles la buena nueva. Los reacios sucumbieron a la presión social y a las amenazas de sodomía y nos encaminamos a la calle de los garitos guays.
He de admitir que nunca hemos sido demasiado buenos eligiendo sitio. Siempre vamos donde menos interés tiene la gente de ir, y ese viernes no fue una excepción.
Al entrar en el sitio, de cuyo nombre no me acuerdo, sentimos un calor asfixiante. Había gente con toallas andando de un lado a otro y un vapor inmundo emanaba de las paredes. Llegamos a la barra y pedimos unas copas, cosa que extrañó al camarero en exceso. Algo lógico, por otra parte, ya que nos habíamos metido por error en una sauna gay.
Apuramos nuestras copas con la rapidez y eficacia adquirida tras años de entrenamiento y arrastramos al sr. Fiesta fuera de allí, pues se había quedado mirando los esculturales cuerpos de los maromos de la zona murmurando "yo quiero esos dorsales", "esos bíceps están mal definidos" y "fijo que ese sólo muscula espalda".

Nuestra siguiente parada fue el Lizarrán. Recogimos al sr. Pollofrito, que estaba tirado en la calle pidiendo dinero a la gente con cara de loco y lanzando espumarajos tras su poblada barba de terrorista islámico y nos colamos en el bareto de forma poco ortodoxa (jugando al pilla pilla y derribando mesas a nuestro paso).
La camarera, una tal Miriam, me lanzó unas cuantas miradas lascivas mientras pedía los copazos. Respondí a sus insinuaciones con una danza de apareamiento que me enseñó mi maestro de las artes de alcoba. La dejé rota. La pobre se tuvo que ir del local corriendo de lo cachonda que estaba. Ja. No hay jamelga que se me resista.

El sr. Gruñón y el sr. Cheetos dijeron que conocían un club de fumadores por la zona. Habían estado una vez y aseguraron que el sitio era alucinante. Tenía mesas, sillas y una barra. No podía perderme eso, NECESITABA comprobar que era cierto.

Por lo tanto, cuando el Lizarran cerró, nos dirigimos al local de marras (el sr. ET se marchó a casa. A ver Love Actually, supongo).

Las hembras que custodiaban la entrada nos pidieron 10 lereles, y nos incluían copa. Los pagamos encantados, excepto el sr. Gruñón, que tenía carnet de socio y lo iba enseñando por ahí con aire de suficiencia. Como venganza escupimos en su cubata después, pero es algo que nunca sabrá.
Las chavalas nos aseguraron que abajo había una fiesta privada con stripper, pero no nos lo creimos. Demasiado bueno para ser verdad. Primero fuimos a la planta superior, que estaba vacía. Allí nos pedimos los whiskys y gyn tonics y nos sentamos, un poco deprimidos por el ambiente.
Al rato hicimos de tripas corazón y bajamos al sótano, y por supuesto no había stripper, sólo unos franceses borrachos bailando la Macarena con cara de gilipollas. Lo bueno es que la zona estaba separada en dos partes: la pista de baile y el reservado. Nos dirigimos al reservado y comprobamos con deleite que se podía ver la pista desde un ventanal bastante grande. Así ficharíamos a las francesas que estuviesen potentorras y les haríamos la técnica del arpón.

Y así, reunidos, sentados al rededor de la mesa y felices, brindamos por una gran noche.

Fin :)




























Esto... no se como continuar a partir de aquí. Digamos que después de brindar, algo se apoderó de nosotros. Un espíritu maligno o algo parecido. Sentimos una necesidad de destrucción unicamente comparable a la que tiene el ex-Rey cuando ve elefantes.
Pero no se como hacerlo, no se como contarlo.
...
Tengo una idea. Puntos de vista distintos. Allá van.


FRANCHUTE: Imaginaos por un momento que sois franceses. Vais a España. Pensais "Jajaja estoy en un país estganyou lleno de gente muy gaga y maloliente con un indise de pagou mas ggande que el nuestgou, allez la Fgance jajaja". Os vais con vuestros amigos a un local random a bailar y a pasarlo bien. Y lo haceis. Las chicas del grupo están salidorras y hoy es vuestra noche. O tocais teta, u os tocará montároslo entre vosotros como buenos mariconazos franchutes que sois. Entonces algo ocurre con los tipos extraños que acaban de pasar tambaleándose hacia el reservado. Escuchas gritos que te suenan en tu básico español a "¡quitatelo todo putita!" y "¡que separes tu polla de mi cara pedazo de anormal!".
Te asomas al ventanal del reservado y ves a 5 tíos descojonados de la risa haciendo palmas y berreando como descosidos mientras otro está subido en la mesa con los pantalones bajados y contoneándose cual junco en la brisa.
Quieres apartar tu mirada de ellos, pero no puedes. Es una auténtica bacanal. Se dan de hostias entre ellos y el capullo de la mesa acaba de tirar una copa contra la pared con brutalidad. Una copa que no era la suya. Ese ser grita "¡¿Que no hay stripper?! ¡Pues la sustituyo!". El coro de risas aumenta y decides apartarte de allí. Al darte la vuelta, sientes un impacto bestial en la nuca. Un cojín ha salido disparado del reservado y te ha impactado de lleno.
Sientes una furia incontrolable. Ellos fueron tus esclavos una vez. Pueden volver a serlo. Por Napoleón y sus polainas que desfaceras este agravio. Te asomas de nuevo y craso error: te encuentras a centímetros de un culo peludo y blanco como la leche, que se dirige a tu rostro a toda velocidad acompañado de un gruñido sacado de las mismas fauces del averno.
Sales corriendo del local.

No ha sido tu mejor noche.

PUERTAS ASESINO DEL LOCAL: Imaginaos por un momento que sois un tipo de metro setenta tatuado, con cara de comer cachorros de labrador crudos y dos lágrimas tatuadas como recordatorio de los dos homicidios que hiciste la semana pasada. Es un día como otro cualquiera, en tu trabajo, una noche más en el paraiso. Ligas con las chavalas que pasan por la calle, luces musculitos y te sientes el rey del cotarro. Pero algo se tuerce. Sale una de las camareras al vestíbulo, en el que te encuentras en ese momento, y chilla con voz histérica

- ¡¡Que se han meaaaaaaaaao!!

No entiendes lo que ocurre. Te lanzas sobre la puerta que lleva al sótano y observas con horror el pasillo que lleva al reservado. Algun hijo de la gran puta ha meado por el pasillo. Concretamente... concretamente en todos los putos lados. Los ladrillos están húmedos. Pisas el suelo con tus botas de punta de acero y el pis te recubre la goma entera. Aquello huele tan mal que hasta un tipo duro como tú se marea. Te asomas al reservado y lo que ves te horroriza.
La mesa principal está dada la vuelta. Encima de esa mesa hay otra mesa, una de estas altas de bar antiguo. Encima de esa mesa hay un taburete, sobre el que hay una plancha de madera. Cristales rotos por doquier. Los sofás no tienen cojines y están desmembrados por todos lados. Alguien ha pintado con plastidécor una carita sonriente en la pared. El río de orín baja por el reservado y cae por el ventanal, como unas amarillas cataratas del Niágara. La gota que colma el vaso, o en este caso la vela, es cuando te apoyas en un saliente y derribas sin querer una vela llena de pis, se te derrama en la mano. Aun está caliente. Vomitas.
Quieres matar a alguien. Despellejar. Asesinar. Te asomas a la pista de baile y 3 chicos están ahí tan tranquilos, uno ligando con una camarera y los otros dos apoyados en la pared con una cerveza en la mano, charlando tan tranquilos. Les preguntas con voz de psicokiller que quien cojones ha hecho eso. Te miran sin miedo, no estás acostumbrado a eso y te enfurece. No saben nada de nada. Se asoman al ventanal y observan con horror el estropicio.

Subes de nuevo al vestíbulo y avisas a tus colegas, que están en la parte superior. Han visto a un chaval con una camiseta blanca y una bolsa salir follado del local y vais a hacer una redada para matarlo. A él y a sus compinches, que seguro que están por ahí. Salís fuera y os dais de bruces con otros 3 chavales, que están fumándose un cigarrito con el dueño del local. Dos de ellos llevan camiseta blanca. Sospechas. El dueño les está poniendo al corriente de lo sucedido y uno de ellos está descojonado. Lo matarías. Quieres matarlo. Pero el dueño les pide perdón por lo sucedido, dice que no es normal y les invita a unas copas. Ellos aceptan y entran, mirandote al pasar sin ningún miedo. De nuevo. Te enfureces más.
Buscas durante más de una hora sin resultado. Al volver al local, los chavales se han ido y está vacío. Descargas tu ira con la pared y te rompes dos falanges y la muñeca.

No ha sido tu mejor noche.


NOSOTROS: Que puedo decir. Estuvimos todo el camino de vuelta a casa cantándole al sr. Orines "Oríiiiiin, ladrillooooooo... orín hay uno sooolo. Yo te quiero yo te adoro. Es orín la-drilló". Yo arranqué unas ramas de un árbol y fui disrazado durante todo el trayecto. Nunca me he sentido tan en contacto con la naturaleza que en ese momento. Fue maravilloso.

¿Como? ¿Que quien es el sr. Orines? Tendreis que averiguarlo vosotros mismos. Nunca sabreis la verdad, pues los resquicios de esa noche siempre quedarán en el archivo de top-secret. Nunca jamás volveremos a ese garito, pues corremos el riesgo de ser asesinados. Nuestra mejor idea fue separarnos en grupos y nos salió a la perfección.

Ya eran las 8 de la mañana cuando llegué a casa. Tenía mucho sueño, supongo que el bajón de el alcohol había llegado a su punto álgido. Estaba ya medio dormido cuando recibí un whatsapp en nuestro grupo, QSD.

Era la fotografía de un orinal.

Sonreí.

Ha sido una gran noche.

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